No habría que perderse demasiado en los detalles, esas curvas pronunciadas de la orilla o las mujeres, las anécdotas sin consecuencia, el lunar en el hombro, la pelea de ayer, ese tipo de cosas no deberían distraernos del mar de fondo. No nos engañemos con nimiedades, con cosas del momento, con palabras que de pronto suenan mal, portazos a la hora de la cena. Porque sin negar el valor de los acontecimientos mínimos, lo que verdaderamente importa es el mar de fondo, eso que está detrás de cada cosa, lo de mucho más atrás, lo que debe ser observado a ojo desnudo, limpio, implacable y muy abierto. Hay un mar de fondo en el fondo que de alguna manera determina la acción cotidiana de los extraños deportistas. De ellos y nosotros. Concentrarnos ahí entonces. No perder tiempo. Aprovechar ahora, además, que el oleaje está en calma.
L.
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