Hay que aprender a despedirse. ¿A despedirse de qué? ¿De quiénes? De la escuela, de un amigo, de un amor, de un perro, de una playa, de un país, de una forma de ver el mundo. El siguiente paso conduce a vivir nuevos comienzos. Animarse a viajar sin rumbo. Habitar un lugar donde perder no sea una desgracia. Y donde convertirse en adultos no tenga el oscuro sentido de una infancia traicionada.
L.
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