martes, 18 de febrero de 2014

Ventajas


Son indudables las ventajas de no enterarse de nada. La ignorancia generalizada facilita un tránsito por la vida desprovisto de malos ratos. Uno puede divertirse, encontrarse solamente con gente alegre, sacar fotos en los cumpleaños y subirlas después a Facebook, hacer chistes durante un paseo, también viajar de manera constante hacia remotos lugares, tener pareja, salir a correr entre las balas, bañarse y después secarse con una toalla perfumada. Todo en su lugar. Cada día una fiesta. Cada día un orgasmo. Buenos amigos en todas partes y hasta algún desliz que completa el estado de éxtasis. Recuerdo ahora un cuento de Katherine Mansfield. El cuento se llama Felicidad o algo así. Cuenta la historia de una joven mujer que se prepara, esa noche, para recibir junto a su marido a un maravilloso grupo de invitados en la hermosa casa donde vive. Sí. Lo acabo de recordar. El cuento se llama Felicidad y puede ser leído por Internet. Recuerdo especialmente la última escena del espléndido relato. Cuando la hermosa fiesta llega a su fin el marido de la mujer feliz acompaña a la mejor amiga de la esposa hasta la puerta de la casa. La ayuda a ponerse el abrigo. Le dice: ¿mañana? Y la mujer responde con esa misma palabra. Mañana. La joven y divina esposa escucha el diálogo. Entiende lo que quiere decir. Decide salir al jardín y ver un árbol maravilloso que permanece ahí. Inmutable. La mujer sonríe y piensa. Son indudables las ventajas de no enterarse de nada.
L.

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