lunes, 31 de marzo de 2014

La rama


Sostener un blog es una mezcla de castigo y salvación. Todo a la vez. Hay que estar atentos y agitar aguas dormidas. Un recuerdo basta. Una foto. Una voz oída al pasar. Sostener un blog es aferrarse a una rama y esperar que no se quiebre. Uno se queda oscilando en el oscuro corazón del bosque. A la mañana siguiente viene lo mejor. Cuando las aves descubren la rama y cantan y sueñan y se duermen.
L.

La duda

Aparece un momento en la existencia donde todo o casi todo se pone en duda. Nadie puede escapar de ese momento aunque se lo intente eludir de cualquier manera. Se empieza a dudar de la vocación, de los propios valores, de la pareja, de los amigos, de los viajes, de las ideas políticas, de los gustos literarios o musicales. No se ponen en duda los hijos. Eso no. Y aún en los instantes de mayor desequilibrio y desaliento la vida sigue ocupando un primerísimo lugar.
L.

La belleza


Los hombres y mujeres comunes, es decir, los que raramente aparecen en las tapas de revistas o en televisión son, somos, feos. Calvas brillantes, tetas caídas, arrugas con historia, canas delatoras, culos excesivos, panzas y piernas indecorosas y pelos abundan por las calles del mundo. La omnipotencia del cuerpo en bruto desespera a muchos. El camino habitual pasa por la cirugía estética -con resultados fatales en más de una ocasión- las dietas siniestras, el ocultamiento con ropa oscura y demás artilugios de la angustia. El pánico mayor es no gustar al otro y perderse la presunta fiesta sensual de los hermosos. Pero la belleza poco tiene que ver con el amor. Las estatuas de divina proporción no copulan. La fealdad se disuelve en manos del amante y en la cama, dice Nietzsche, el alma cubre al cuerpo mucho mejor que las sábanas. Los espejos se apagan como velas opacas y, ya sin lámparas, obra solamente lo divino.
L.

Gallo negro

Linchamientos I


La disposición asesina que demuestran los buenos vecinos de Buenos Aires y otras ciudades arranca de suponer que hay personas que no son tales. Las víctimas serían apenas cuerpos matables. O meros objetivos, como dicen los militares. Desde esa visión no son personas sino bolsas de basura. También negros y cacos, como se lee en las redes sociales y en los comentarios de tiernos lectores de las noticias vertidas por la prensa canalla. Villeros, putos, peruanos, bolivianos y demás estigmas de moda que tanto gustan en la comarca. Los niños y adolescentes que incurren en el delito, o son sospechados de ser malos, pueden por ello ser golpeados hasta la muerte por la turba de bien pensantes. Cualquier intento de discutir esos actos de barbarie resulta inútil. Hasta la madre de David Moreyra, el adolescente asesinado días atrás en Rosario, se vio obligada tristemente a decir que la matanza de su hijo a manos del vecindario es injusta dado que David "era inocente...no hizo nada...". ¿Y si hubiera hecho algo estaría justificado su asesinato? ¿Será que estamos volviendo alegremente al ojo por ojo y diente por diente del Antiguo Testamento? ¿Y todo para qué? ¿Para hacer justicia? ¿Para que disminuya el delito? Está probado que ni la cárcel ni la pena de muerte colabora en tal sentido. La respuesta a los interrogantes planteados es otra. Los linchamientos se producen para apagar en parte la sed de venganza y horror que anida en los hombres y mujeres de la patria. Admitamos de una vez que más allá de la invalorable ayuda mediática al descuartizamiento masivo, cada uno de nosotros esconde o encubre a un asesino potencial. Cuidado. El monstruo está adentro y asoma por los ojos.
L.  

domingo, 30 de marzo de 2014

Linchamientos II


En septiembre último un tribunal de La Matanza, provincia de Buenos Aires, absolvió a cuatro vecinos por la muerte a palazos y patadas de un casi niño de 15 años, Lucas Navarro, al que atraparon cuando quiso robar un auto con una pistola de plástico. Como quienes lo golpearon eran más de cincuenta, y ningún testigo accedió a identificarlos, los jueces concluyeron que no podían establecerse responsabilidades. El sábado anterior, en el barrio Azcuénaga de Rosario, medio centenar de vecinos golpearon a David Moreyra, un albañil de 18 años, acusado de arrebatarle el bolso a una joven. David fue tomado de los pelos por la turba y llevado al medio de la calle donde lo patearon hasta la inconsciencia. Moreyra murió al cabo de cuatro días y no hay testigos dispuestos a contar lo sucedido. La última semana otros dos linchamientos sucedieron en el barrio Echesortu, de Rosario, y en el barrio San Martín de la capital provincial, Santa Fe. En ambos, hordas de misericordiosos vecinos golpearon a dos adolescentes, uno acusado de quitarle la cartera a una señora, el otro de robar una moto. Transeúntes que pasaban, comerciantes de negocios vecinos y amigos alertados por las redes sociales se sumaron al linchamiento. Los hechos mencionados demuestran mejor que nada que el horror no está afuera de la sociedad sino dentro de ella. La complicidad civil con la represión de la última dictadura militar adopta ahora la barbarie como solución final. La guerra es general, como diría Heráclito. Ricos contra pobres, pobres contra ricos, pobres contra pobres. Todo esto alentado hasta el extremo por los medios hegemónicos de comunicación y por candidatos en campaña que hablan para la tribuna. La justicia por mano propia no funcionó en la prehistoria y tampoco ahora. Algo está demasiado claro. Habrá que cuidarse de los buenos y los justos, temibles primitivos enemigos de la vida.
L

Si me dan a elegir

sábado, 29 de marzo de 2014

El recién llegado

El recién llegado llegó recién y por lo tanto nada sabe. No sabe nada el recién llegado. No observó, no olió, no escuchó palabra alguna. No entiende el mundo y ve todo por primera vez. Eso le da cierta soltura, cierto grado de libertad, un estado si se quiere auroral. Recién llegado, recién nacido, recién examinado por la policía de frontera. Lo han torturado y casi lo han matado exigiéndole que diga a gritos la verdad. Pero el recién llegado llegó recién y por lo tanto nada sabe. Y eso le da cierta soltura. Y cierto grado de libertad.
L.

Postura

No desarmar la postura. Es un principio rector del yoga que consiste en aprender a sostener la figura corporal indicada en detalle por el maestro y mantenerla en tensión durante el tiempo necesario. Sostener significa sostener aunque duela o incomode o canse. Sólo de ese modo el ejercicio producirá en el cuerpo los efectos deseados. Uno puede mejorarlo o modificarlo en tal o cual aspecto. Pero lo que no se recomienda nunca es desarmar eso que tanto costó construir. El postulado puede aplicarse a otros campos de la vida. Aplicarse por ejemplo a los impacientes, a los que cambian de idea y comportamiento de manera constante, a los incapaces de ser fieles a sí mismos y a su historia, a los que se acomodan siempre por conveniencia, cobardía o mezquindad. Aún con la flexibilidad indispensable un cierto grado de firmeza dignifica y da seguridad a los otros. No desarmar la postura. Principio básico de la existencia.
L.

viernes, 28 de marzo de 2014

Decir menos

Hemos hablado demasiado y sin necesidad. Hemos hablado justo cuando debimos callar, tragar hasta el fondo las palabras que sobran, enmudecer por propia voluntad. No puede decirse todo a todo el mundo. Ese es el paso inicial. El segundo es hablar menos. Lo suficiente. Lo mínimo e indispensable. No decir para comunicar sino solamente para decir, para evocar, para poner si es preciso un punto final. Hemos expuesto el divino espectáculo de la soledad. Con eso hicimos una convocatoria exageradamente amplia y generosa. Decir menos y a menos personas. O no decir nada que sería lo mejor.
L.

jueves, 27 de marzo de 2014

Aves migratorias

No hay que retener a las aves migratorias. Por algo son aves y migratorias. El nombre lo dice todo. Forman parte de una bandada de pájaros caracterizados por una clara tendencia a cambiar de sitio. Dejarlas pasar entonces. No encerrarlas ni frenarlas. Algo debe haber más allá de más allá que les atrae. Algo naturalmente muy bueno que no tienen donde están. Es cierto que las aves migratorias pueden equivocarse como cualquiera. Quizás ya encontraron lo que buscaban y no lo saben. Son sólo aves. No se les puede exigir mucho. No hay que retenerlas ni encerrarlas ni frenarlas. Pero qué dolor.
L.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Colombia profunda

Desprogramar el ojo

Sería lindo aprender a mirar el mundo, las cosas, la gente, sin ideas previas, sin estructuras impuestas desde afuera, con un cierto nivel de inseguridad, inocencia y asombro. Aprender a observar lo que nos rodea como si fuera la primera vez. Sería lindo desprogramar el ojo y abandonar la idea amor, la idea sueño, la idea dios, la idea pez. Dejar de lado todo pensamiento anterior al hecho observado. Desprogramar el ojo y la palabra. Elegir, frente al aluvión de frases hechas, las frases deshechas. Dejar por fin de ser hablados y empezar, sí, a hablar con voz propia. Desprogramar el ojo. Desprogramar la boca. Desprogramar la vida.
L.

Falta de tema

Habría menos locura en el mundo -menos guerras, menos crímenes pasionales, menos crueldad en los hogares y fuera de ellos, menos egoísmo- si la gente estuviera más ocupada, si masticara lentamente un tema propio, un asunto cualquiera, algún proyecto ligado al deseo que estimule a vivir y a hacer algo con la vida. No hablo en este caso del desempleo como problema social. Hablo del desempleo existencial, de la falta de metas, del vacío de pasiones que lleven a otras pasiones y empujen hacia adelante. Hablo de transitar experiencias propias y colectivas. Mucho mejor andarían las cosas si al margen de la mismidad surgieran otros temas. Y si a la estéril mirada del ombligo propio se uniera la simple observación de los otros y lo otro. El movimiento engendra movimiento. ¿No habrá llegado la hora de abrir todas y cada una de las ventanas?
L.

Desde Barcelona

Peces

Nuestros ancestros fueron peces. Anaximandro llegó a decir que una especie de tiburón criaba a sus hijos con ternura hasta enseñarles a valerse por sí mismos. Platón, desde la caverna, ridiculizó al presocrático. Pero la idea finalmente se impuso. El pez se desarrolló gradualmente hasta convertirse en un hombre que creció dentro del pez. La pesca deportiva debería prohibirse para siempre.
L.

Cangrejos

El filósofo estadounidense William James dijo que un cangrejo se sentiría ultrajado si supiese que lo llamamos crustáceo o incluso cangrejo. Yo no soy tal cosa, diría. Yo soy yo y nada más que yo. No soy lo que ustedes piensan. Ni siquiera tengo nombre. De esa manera tan simple nos enseñaría el valor de la singularidad sobre la generalidad. Y una cosa más. Que clasificar no es entender.
L.

Cocodrilos


Vemos televisión en la cama del cuarto y ella quiere molestar o provocarme y se arroja en posición fetal, pegada a mi cuerpo, fundida casi. De algún modo me obliga a seguir la marcada ondulación de su figura. Las nalgas se apoyan con firmeza en el hueco situado entre el torso y la entrepierna. El pecho contra la espalda, las piernas igualmente unidas y todo así hasta conformar entre los dos un único animal que de pronto expande miembros y lenguas en un colchón ahora convertido en ola de azufre. En la pantalla están pasando El cazador de cocodrilos, un ciclo ya viejo conducido por un aventurero extraordinario que de tanto provocar a la naturaleza salvaje terminó electrocutado por la cola eficaz de una mantarrraya. Antes de eso habíamos visto al hombre jugando con serpientes fatales y metiendo el brazo en la boca erizada de bestias temibles. Así se dieron las cosas y no hubo tiempo de apagar el televisor. Terminamos los dos convertidos en raros especímenes de esos que raramente confunden veneno con aroma de flores.
L.

martes, 25 de marzo de 2014

Marcas

Dejo marcas en los textos de los otros. Evito el lápiz rojo pero el resultado es igual o parecido. Rojas, azules o verdes son marcas que no sólo afectan el discurso sino también el alma, el cuerpo, el ser entero del otro y los otros que escriben. Sé que debo cuidar el procedimiento a utilizar para hacer mis observaciones. Sé que no debo abusar del poder de corregir si es que de corregir se trata. ¿Quién tiene la última verdad sobre algo? ¿Con qué derecho puedo meterme en un pensamiento ajeno? Cambio una palabra por otra. Tacho una frase. Sugiero otra. Dejo marcas propias en un papel tembloroso y ajeno. Difícil equilibrio entre la audacia y el respeto.
L.

Taladros

Taladros a primera hora. Y entonces no se oye más el viento. Ni el deslizamiento de sábanas y remos en el agua. Ni la gota fría. Nada que ver o sentir o escuchar. Sólo ese ruido intenso y tembloroso que pone fin a cualquier intento de dejar hablar al silencio o a lo que resta de él. ¿Será peligroso el silencio? Debe serlo. Por eso el coro de taladros. Y luego las motosierras que pondrán fin al último árbol de la cuadra. Ni casas viejas ni recuerdos. Taladros apenas y qué pena. 
La única música permitida. Y a primera hora.
L.

lunes, 24 de marzo de 2014


Sin comentarios

El blog avanza como un Titanic solitario en medio de un mar cargado de icebergs altos, duros y peligrosos. No es fácil dedicarse a lanzar flechas que al parecer no dan casi en ningún blanco. Hablo por elevación de los escasos comentarios que se leen aquí al pie de los posteos. Salvo Graciela, el Peregrino, Betina, Pep y dos o tres más nadie dice nada. Y me consta que entra gente acá. Según el contador interno del blog la cifra de visitas diarias rondea las trescientas. Pero nada. Silencio. Tendremos que aprender a seguir avanzando como barcos en la noche. Sin voces alrededor. Apenas el sonido del agua contra la proa, el vuelo de algún pájaro, el salto inesperado de un delfín al terminar la jornada. Y aprender a vivir sin comentarios.
L. 

El viaje

domingo, 23 de marzo de 2014

24 de marzo I


No me gustan los manifiestos ni la rutina aplicada a los aniversarios. Podría apenas decir que un día como hoy, hace 38 años, yo era joven y comunista. No estaba perdido en la vida. Luchaba por la revolución y el socialismo. Y no era el único. Los severos comunicados de la junta militar se sucedían y un vecino de entonces me llevó a ver qué pasaba en el centro. Había en las esquinas un silencio de muerte. Pero los negocios de la avenida Santa Fe destilaban alegría. No había mesas libres en las confiterías. Es cierto que no veníamos del paraíso. El desgobierno fascista y bipolar de Isabel y López Rega había llegado a un punto extremo. Unas tres mil personas habían sido fusiladas en las calles por la triple A. La economía saltaba por los aires. Muchos llegaron a pensar que un poco de orden no vendría mal. Y todo así. Con la última dictadura perdí buenos amigos y compañeros. Al negrito Avellaneda, a un joven obrero de una empresa automotriz, a un escritor que vivía frente a mi casa y lo arrancaron de la cama tras destrozar su casa y robar todo lo que había adentro. Mientras los militares se desplegaban y apuntaban sus armas desde los jardines, los vecinos del barrio dormían o se hacían los dormidos. Perdí también a Eleonora, ninfa de los bosques, a José Flores, un estudiante secuestrado para siempre el 9 de setiembre de 1976, a Valeria. En algo andarían, decían los buenos ciudadanos. Algo habrán hecho. Creo que los de hoy dicen o dirían lo mismo pero en voz más baja. El día se presenta brillante. Algunos argentinos de ley ya compraron carne para el asado. Carne venosa y roja. Carne rasgada y fibrosa como el tiempo. Los nuevos filósofos y periodistas están hartos del recuerdo. Debemos mirar hacia adelante, ordenan. Sólo y solamente hacia adelante. ¿Queda algo por decir? Sí. Tres palabras permanecen vivas e intactas. Memoria, verdad, justicia. 
L.

24 de marzo II

Ideas perturbadoras

Hay ideas que dan paz y otras que molestan, perturban, alteran el equilibrio. Cada cual sabe bien cuáles son en su caso particular. Ni siquiera hace falta pensarlo demasiado. La idea de que todos vamos a morir es decididamente antipática. Sabemos también que el sol va a apagarse en alrededor de cinco mil años. Cuando se concrete el episodio será grave o muy grave. Porque junto a nuestra estrella más cercana se apagarán muchas otras cosas, entre ellas este blog, la Capilla Sixtina, la diputada chilena Camila Vallejo -la mujer más bella jamás creada- los cuadros de Van Gogh, los albergues transitorios, las tortas de chocolate, y, sin ir más lejos, toda la cultura humana. Es perturbadora la idea de que quienes decían amarnos dejen de hacerlo. O pensar que de pronto podemos quedarnos sin empleo. O la simple constatación de que la mentira atrae más a la gente que una verdad sencilla. Pesimismo en la idea entonces. Optimismo, entonces, de la voluntad. Es el lema que alguna vez lanzó al mundo Antonio Gramsci y que Suspendelviaje aprueba en todas sus partes.
L.

Besos tardíos

Hay besos que llegan demasiado tarde. Cuando vienen ya no los necesitamos o no podemos disfrutar de ellos en plenitud. Las bocas está cerradas o secas. La felicidad se nos da fuera de tiempo, es decir, cuando ya es tarde o no coinciden la coordenadas de tiempo y viento y lugar. La persona con la que soñamos aparecerá realmente. A no dudarlo. Aparecerá. Vendrá a nosotros como un hada bajo la secreta luz del bosque. Pero el milagro ocurrirá cuando ya no tenga importancia. Desde esta visión la felicidad no es otra cosa que la coincidencia del mayor número de circunstancias favorables. Confiar aún así en el azar y la gracia bendita y fugaz de lo inesperado.
L.

Interrupción I


Ideas tranquilizadoras

Ciertas, engañosas, deformadas o directamente falsas hay ideas que tranquilizan a la humana humanidad. La casi inminente desaparición del agua potable, o de las abejas, para no hablar del Ártico y de todos los peces marinos (esto último se anuncia con buenos fundamentos para dentro de 38 años) suele ser respondida con gestos condescendientes y perdonavidas. Alguna cosa habrá a cambio, dicen los bienpensantes. No debemos ser apocalípticos. Si no hay peces nacerán hamburguesas acuáticas. Si no hay abejas el hombre creará drones polinizadores. Algo parecido ocurre en otros campos del saber común. Tranquiliza pensar que el mundo está dividido entre ángeles y demonios. Ángeles seríamos casi todos nosotros. Los malos y tóxicos, en cambio, son los demás, es decir, los monstruos, los perversos, los psicópatas. Hace un par de años, en una clase de periodismo, se me ocurrió hablar de  lo ocurrido en la Argentina el 24 de marzo de 1976 y en días posteriores. Me detuve en detalles antipáticos. Hablé de las torturas y violaciones sistemáticas de mujeres, cuerpos arrojados al río o al mar, también del robo de niños y del asesinato de algunos de ellos, hechos concretados entre otros por el Tigre Acosta o el ángel rubio Alfredo Astiz. La mayoría de los alumnos contraatacó ya sea diciendo que los secuestrados eran asesinos y subversivos, o, también, afirmando que los militares y civiles involucrados en los hechos eran enfermos mentales. Idea tranquilizadora. De ser así la cantidad de psicópatas o perversos es o sería apabullante. Un mínimo de tres mil según pude saber de buena fuente. Menos tranquilizadora es la idea lanzada al mundo por Hanna Arendt en 1961. Banalidad del mal. Según ella los monstruosos asesinos y torturadores eran en realidad oficinistas. Cumplían órdenes. Además eran buenos padres, esposos y abuelos y disfrutaban, algunos, de la música de Beethoven. A Eichmann, acaso el mayor criminal de la historia, se le hicieron seis estudios psiquiátricos y todos concluyeron en que el supuesto monstruo o loco era, había sido, el más normal y equilibrado de los hombres. Ideas tranquilizadoras. El amor dura para siempre, el cambio climático es un invento delirante, siempre que llovió paró, el bien, así, en general, terminará imponiéndose sobre el mal. Y todos felices.
L

Interrupción II


sábado, 22 de marzo de 2014

Contra la intención

Los malos poetas lo son no tanto por escribir mal o por falta de recursos literarios sino por la intención evidente de ser poéticos y conmover al público. Cuando se percibe el propósito fracasa el objetivo. Y no sólo en la poesía. Están los que pretenden ser los más graciosos de la fiesta. Al segundo chiste uno no sabe si matar al gracioso o salir corriendo del salón. Algo similar ocurre con los seductores profesionales. Apenas asoma la clara intención de impactar al otro o a la otra con frases hechas, romanticismo impostado o gestos claramente premeditados la seducción inicial se torna ruinosa para no decir patética. La belleza genuina, el encanto, aparecen de pronto y porque sí. No hay intención de lograr nada. Y solamente ahí lo divino emerge desde el fondo de las aguas. La poesía, contra toda intención, no debe significar sino ser.
L.

Desde lejos

Qué raro se la oye y se la ve desde lejos, en medio de tanto viento y el inaudible silbido de las balas, manos de lana de los muertos empujados río arriba. Desde el Magdalena se la escucha, su voz, los temblores de agua, su estar ahí tan leve, el sexo aturdido por los vientos dominantes y rasantes, las bacantes de guerrillas cercanas y cercadas, la canción que suena desde el Putumayo como un tornado que arrasa con las niñas y la tierra. La voz ronca esta mañana, respiración entrecortada y a orillas de un mar vacío, sonando hacia adentro y tan lejana, la gama sonora que alguna vez fue limpia y afinada como las teclas de un piano cerrado para siempre. Asamblea de almas y de cuerpos, el sonido mudo y tan azul, absurdo y persistente. Desde lejos se siente el balbuceo a pesar de los vientos casi humanos, las corrientes, el silbido de las balas contenidas como flores en un ramo que apunta, sí, directo al corazón.
L.

Como un muerto que aprende a besar

Se ama o no se ama

No hay tercera orilla en el amor. Tampoco en el río. Sólo hay dos. Se ama o no se ama. Una vez elegida la opción no hay términos medios. No hay tercera orilla en el curso turbulento y aciago. Se está de un lado o del otro. Como en las pequeñas y grandes batallas. Se elige un camino con todos los riesgos o se salta al otro lado. No valen acá los discursos, las buenas maneras, el diálogo reparador. Se ama o no se ama. Lo demás, por favor, que se lo coman todo y que sea ya.
L. 

viernes, 21 de marzo de 2014

Dispersión

El mal de la época es la dispersión. Nadie o casi nadie puede concentrarse en nada. Empezar un libro y dejarlo, iniciar una relación linda y abandonarla en seguida. Prender la computadora, apagarla, volver a encenderla, mirar el celular, entrar al baño, limpiar los platos, ensuciarlos, hacer planes y deshacerlos. Lo peor de todo es visitar los buscadores de Internet, siempre tan llenos, siempre tan vacíos. ¿Y tanta dispersión para qué? La información, por mejor que sea, carece de sentido si no está gobernada por la formación.
L.

Las tres heridas

Las tres heridas del poeta español Miguel Hernández. La de la vida, la del amor, la de la muerte. Son las únicas que interesan acá. Las tres heridas del poeta español Miguel Hernández. Las del hombre doliente y vibrante. Las del eterno prisionero que aprendió a convivir con ellas como si fueran novias esquivas, temibles, adorables. No hay noticias acá. No las habrá nunca. Ni un solo tema de moda. Ningún comentario, anuario o dromediario. Sólo tres heridas. Las tres elegidas por el poeta español Miguel Hernández. Tres marcas profundas que son, además, las de todos nosotros.
L.

jueves, 20 de marzo de 2014

Decir el amor

El baño

Acabo de leer en un diario que el cineasta argentino Manuel Antín pasó gran parte de su infancia en el baño. Los motivos son explicados por él mismo en una especie de autobiografía casera. El director de La cifra impar cuenta que su hogar familiar estaba lleno de gente y que por tal motivo él necesitaba aislarse para pensar, leer, no leer, no pensar, y, quién sabe, para otro montón de cosas que no vienen al caso. Visto así el baño podría ser considerado como un templo de meditación, placer, higiene, aislamiento sanador y creación artística. ¿Por qué no? Habrá que superar prejuicios y rendirse a la evidencia.


Días iguales

Parecen los días como si fueran gemelos o copias de sí mismos. Se parecen, sí, los días, unos a otros. No es algo real sino una sensación potente. Decir que ningún día es igual a otro no alivia el espejismo. Hay sombras ligeras, voces, un encuentro inesperado, pequeñas situaciones o filtraciones que marcan la diferencia. Hay algo sin embargo que da esa idea de copia o reflejo y repetición. La rutina de los actos. Luz en la mañana y sombras en la noche. Y esas nubes que se mueven en el cielo como locas. Nubes y autos y hombres y mujeres moviéndose como autómatas de acá para allá. No habría que engañarse tanto. Cada día es el último. Y también el primero.
L.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Noches distintas

Un lugar de verdad

Hay diez mil razones para no iniciar una terapia psicoanalítica. Es cara, los analistas preguntan cosas molestas, se pierde tiempo, mejor hablar con un amigo o tomar un energizante, etcétera. Hay una sola razón para hacerlo. La terapia psicoanalítica es uno de los pocos espacios de nuestra sociedad que aún se ocupa de la verdad. Casi todos los demás promueven la mentira y el autoengaño en todas sus formas. La terapia, en cambio, instala en el paciente una zona de ignorancia en relación con los síntomas que aparecen. La pregunta inmediata es qué tengo que ver yo con lo que me pasa y padezco. El paso siguiente es buscar la verdad que se esconde en algún lugar del paciente que este último naturalmente ignora. El proceso es largo y complicado. Pero no hay otro. Por eso los que defienden esa práctica aún a riesgo de quedar mal en las reuniones sociales suelen insistir en que no existe nada más subversivo, hoy, que el psicoanálisis como puente directo o indirecto a la verdad del sujeto, es decir, al deseo en su expresión más pura, desocultadora y estimulante.
L.

¿El blog se repite?

Algunos posteos del blog pueden llevar a la idea de que Suspende vuelve a publicar textos ya subidos a este espacio. ¿Cuál sería el chiste de hacerlo? Es hora de aclarar el punto. Puede ocurrir eso a veces pero siempre o casi siempre se trata de una versión reescrita, mejorada, o, también, sintetizada. Pasó hace poco por ejemplo con Aire caliente, texto tomado de mi libro Malos Poetas. Al releerlo descubrí que la versión original era palabrera, retórica, excesiva en todo sentido. Lo que hice entonces fue reescribirlo hasta reducirlo a la mitad y mejorar la prosa hasta donde me fuera posible. Lo mismo ha ocurrido en otras situaciones. En conclusión. El blog no se repite. Y si bien acepta el eterno retorno subrayado por Nietzsche se inclina, en la mayoría de los casos, por el eterno avance. La primera versión de un posteo, recordemos también, es sólo un mal necesario. Y a veces se impone volver al lugar del crimen para limpiar la escena.
L.  

Cómo se despiden las mujeres por mail

Cuando una mujer no quiere ni siquiera una amistad o un leve intercambio de ideas con alguien finaliza los mensajes electrónicos con la palabra saludos. El interlocutor se confunde un poco. ¿A quién debe saludar exactamente y por qué? La despedida más anodina y efectiva (sin embargo) es cariños o, también, un cariño. Varios cariños sería raro. Hay otras variantes como saludo afectuoso, cordiales saludos, muchas gracias, hasta el martes, nos estamos viendo. Si en cambio la mujer quiere expresar alguna dosis de afecto pero aclarando por si acaso que se trata de un afecto asexuado escribirá un abrazo. Es una linda palabra y un mejor acto. Pero no es fácil entender qué clase de abrazo puede darse por mail. En el caso de que la confianza sea mayor la mujer dirá un beso o, simplemente, beso. Esta última fórmula es preferible mil veces al término besote. ¿Quién será el imbécil que lo habrá inventado? ¿Y qué quiere decir? Quizás fue el mismo que acuñó la horrenda palabra grupete. Las mujeres discretas no se despiden. A lo sumo ponen la inicial del nombre en mayúscula acompañada por un punto. Las que quieren algo especial con su interlocutor escriben cosas que por respeto y pudor no voy a reproducir en este lugar sagrado.
L.

Idealizar


Los aspirantes a convertirse en escritores o algo parecido suelen idealizar demasiado a la literatura y al oficio mismo de escribir. En ese punto se parecen un poco a los enamorados que, al menos en una primera fase, están más enamorados del amor que de la persona elegida para sus desvelos. Lo que viene después ayuda a despejar ensoñaciones excesivas y aceptar la parte menos encantadora de las cosas. Tanto la escritura como el amor tienen momentos altos, medianos y bajos. Siempre hay problemas, una dosis inevitable de rutina y desencanto, otra igualmente insalvable de esfuerzo puro, trabajo mental y muscular, tedio, agotamiento y ganas de mandar todo al diablo. Algo similar les debe haber ocurrido a Colón y otros navegantes antes de alcanzar nuevos mundos. Momentos chatos en las carabelas, peleas entre marinos por un plato de comida, cierto cansancio frente a un horizonte demasiado horizontal. Tarde o temprano todos aprenden que no hay cielo sin suelo y que, cualquiera sea el objetivo propuesto, debemos estar dispuestos a soportar las horas muertas, la espera, lo que se resiste a ser nombrado o amado.
L. 

Elegir


El otro cielo, uno de los relatos más intensos de Julio Cortázar, plantea por lo menos dos interrogantes claves. ¿Podemos amar a varias personas al mismo tiempo? ¿Se puede estar en muchos lugares a la vez? El protagonista padece las consecuencias de esas dudas. Su pasión más auténtica se instala en el cuerpo y el alma de una prostituta llamada Josiane que vive en otro tiempo y lugar. Su pareja estable es Irma, una novia formal, previsible, casi institucional. Irma vive en este tiempo y en este lugar. Hay un problema. Con Irma no se puede hablar de lo que importa. Pero con ella se casa el protagonista finalmente y Josiane desaparece de escena. El conflicto parece no tener solución. Mundo soñado versus mundo real. Estaríamos entonces frente a una polaridad de amplio espectro. Una persona realmente alcanzable difícilmente alcanzará la altura de los sueños. ¿Qué hacer entonces? Algunos resuelven el dilema a través de la poligamia sistemática. Pero esa técnica impide conocer al menos a alguien en esta vida breve y efímera. Somos miles de millones pero conocemos a muy poca gente en profundidad. ¿Hasta qué punto puede sostenerse la existencia sobre la base de la dispersión y la multiplicación infinitas? No es fácil responder. Pero hay algo ineludible. En algún tramo de la encrucijada hay que elegir un camino y jugarse por él. ¿Por qué? Porque sin decisiones no hay destino.
L.

Acaso nunca vuelvan a ser algo

Fantasmas

La tecnología digital convirtió a hombres y mujeres en fantasmas brillantes. Es gente que hasta ayer se comportaba como persona, hablaba como persona y hasta besaba como si fuera una persona. La tecnología digital resolvió de un solo golpe las molestias que representa el cuerpo, la palabra en voz alta, la respiración, el olor humano en cualquiera de sus versiones. La tecnología digital ha creado la posibilidad de que nazcan, se desarrollen y hasta finalicen los vínculos sin necesidad ya del molesto encuentro. Dado que constituía un fastidio intolerable todo cruce real y cierto entre individuos pasó a mejor vida. Los amigos, los vecinos y las parejas del siglo XXI se conocen y hasta se despiden (adiós) por vía digital.  
L.

martes, 18 de marzo de 2014


Aire caliente


La ciudad sitiada. Faltan minutos para el asalto final. El gobernador está dispuesto a entregar el reino a cambio de un pez o una medalla. Las familias se recluyen en sus cuevas, los ancianos callan, los niños juegan sin ganas. Pero no todo está perdido. Mientras las bombas acaban con los sueños, mientras los actores lloran en el teatro y las putas improvisan rezos de emergencia, hay todavía un caballero dispuesto a resistir. Es un héroe optimista en una época sin héroes. Con una rosa en la mano y una sonrisa en la boca pretende elevarse en un globo imposible. Las fronteras están bloqueadas. Los cañones no dan tregua. Pero hay un plan. En medio del entusiasmo general las mujeres han donado su ropa interior a los fines de armar, con retazos de lujosa intimidad, un globo capaz de volar muy alto. Contra toda indiferencia, contra toda frialdad, la burbuja de los locos se eleva desafiante. El gobernador observa el espectáculo con una mezcla de sorna y amargura. Allá va el héroe ascendiendo entre nubes de pólvora. Con aire caliente y fantasía no va a llegar lejos, desliza casi mudo el funcionario. Con sólo esos dos elementos, sin embargo, el hombre se ha propuesto salvar a la ciudad de la tristeza.
L.

domingo, 16 de marzo de 2014

Mentes cultivadas


Hay gente que sabe todo. Todo quiere decir todo. Gente que adivina las cosas antes de que ocurran. Sus mentes están tan cultivadas, para no decir tan llenas, que no hay lugar ahí para una nueva visión de las cosas, una mínima discusión, una sola duda al menos. Es gente que no se pregunta nada, al contrario, tiene respuestas para todo. Y todo quiere decir todo. Quizás sería deseable que esa gente no supiera tanto, que acepte una cierta dosis de desconcierto, que se sienta insegura al menos por un rato. Las mentes demasiado cultivadas cansan a veces. Incluso aburren. Pero qué bueno sería que en ellas queden lugares vacíos, regiones salvajes, territorios yermos y sin cultivar. Un huerto enmarañado donde las manzanas un poco pasadas caigan sobre el pasto alto, sucio, sin cortar y sin peinar.
L.

Algo habrán hecho


Hasta ayer a la tarde, frente al edificio donde vivo, se alzaban dos árboles altos que de pronto dejaron de ser. Supongo que se trataba de un pino o acaso una variante de conífera difícil de identificar. El otro era un jacarandá de los que ya no abundan. No soy experto en botánica. Puedo equivocarme. Los hombres llegaron con sierras sonoras y potentes. Trajeron también sogas y un camión enorme para llevarse los restos. De inmediato procedieron a derribar a esos dos gigantes cuyo único delito había consistido en generar sombra en días de calor, o prestar sus ramas y hojas a los pájaros, o embellecer en parte la vista general que se ofrece a las ventanas. ¿Por qué los talaron? ¿Qué daño le hicieron el pino y el jacarandá a los hombres de la soga, la sierra y el camión? El filo giratorio no encontró resistencia. Tampoco los vecinos dijeron nada. Había cosas más interesantes de ver en las pantallas planas que permanecen encendidas en los departamentos. Yo mismo, con mi desconcierto inútil, fui cómplice del derrumbe que, en pocos minutos, sacudió al barrio entero. Me quedé mudo ante el espectáculo. Dos árboles, un pino y un jacarandá, ya no están en donde estaban. Quizás los hombres encargados del talado no sean responsables. Quizás cumplían órdenes de funcionarios destacados en la comarca. Obediencia fiel. Ciudad libre de ramas. El desierto como sistema de vida. Debe ser eso, sí, eso mismo. Tal vez los árboles talados hayan merecido ese triste final. Con toda seguridad algo habrán hecho. 
L. 

sábado, 15 de marzo de 2014


No es

No es Paula tan linda como Camila Vallejo. No tiene esos muslos tan dulces y torneados. No exhibe el piercing de Camila en la nariz. Tampoco le sale bien el acento chileno. Paula es colombiana. Su belleza ocurre al otro lado de las montañas y las selvas por donde avanzan ríos de sangre. No hace falta que Paula se desnude para saberlo. Tampoco es necesario que se vista. Ella se esconde entre ramas de samanes quietos en la finca legendaria. Y esto que podría ser una elegía o un canto de amor o una declaración de esas que se borran con la lluvia como dos nombres en un muro, no es más que una aproximación, o, quizás, un espejo que tiembla. Es algo que no quiere decir nada y es todo a la vez. El silencio quizás. O el dolor. O la verdad que duele y cura cuando ya no quedan fuerzas para la inútil venganza. No es Paula tan hermosa como Silvia Pérez Cruz. No canta por ahora El gallo rojo. No sabe catalán sino inglés y francés. También colombiano. Dice hijueputa como si fuese la reina de Bogotá. Su mundo no es de este mundo. Por eso fue tan fácil encontrarla. Y por eso es tan difícil todo lo demás.
L.

Onetti

viernes, 14 de marzo de 2014

Tormenta interior

Puso la toalla a secar en la sala y al rato observó cómo la humedad absorbida en la ducha armó una nube con gotas que se evaporaban desde la tela blanca y erizada. Fue increíble. Poco a poco la nube ligera se volvió pesada y se precipitó primero en forma de suave llovizna y luego convertida en aguacero y tempestad. La tormenta interior alcanzó después el cuarto de dormir, el baño en leve ascenso, la cocina solitaria. Eso más que lluvia era un aguacero, una gran humedad descontrolada, una asombrosa caída de pájaros y cántaros. Muy pronto los libros, los muebles y las medias empezaron a flotar como barquitos hasta hundirse lentamente. A continuación siguieron las fotos del álbum, los recuerdos sin usar, las sábanas grises. La piel erizada de la toalla fue cediendo en intenciones hasta borrarse casi por completo mientras el hombre, dando grandes brazadas, nadaba en la sala hasta llegar, por fin, a la playa divina de los sueños.
L. 

jueves, 13 de marzo de 2014


Aguas

La virtud de las aguas está en el movimiento, en la continuidad, en seguir el curso indicado por el cauce, por los vientos, por las pequeñas hojas, por el destino insinuado en la arena. Si quieren avanzar las aguas deben eludir las obstrucciones, la parálisis, la incomunicación. Es en el espejo de las aguas donde deberían verse los hombres y las mujeres. Y no para copiar la lógica del río sino para reinventarla según sea el deseo del torrente. La única regla moral es entregarse al curso de las aguas y responder a la exigencia del momento. Las aguas no desembocan. No paran ni se cansan de ser. Atención. Una idea que se estanca es una idea que se pudre.
L.

Pasaje

Existe en la escritura de Julio Cortázar algo propio de ese autor conocido como ritos de pasaje. El nombre no importa demasiado. Lo que sí importa es que cuando uno lee algunos cuentos de ese autor -por ejemplo Continuidad de los parques, La señorita Cora, Final de juego o La salud de los enfermos- descubre que en cierto momento del relato se produce un cambio brusco e inesperado. Es una especie de salto hacia un mundo paralelo situado en otro tiempo y otro espacio. A veces el lector no alcanza a percibir ese punto de fuga. Pero está ahí, travestido entre líneas veloces y empujando el texto hacia lugares inimaginables. El recurso literario o estético de Cortázar podría aplicarse a la vida en general. De pronto hay un puente, un gesto, algo que no vemos claramente. Pero de ese algo depende el cruce a la otra orilla, o, por lo menos, un cambio decisivo ubicado en algún lugar de la misma tierra que pisamos.
L.   

El amor cambia de forma


Paula no existe. Es un personaje de ficción creado para contar historias esencialmente verdaderas. Al margen de esto debo decir que Paula se está alejando de mí. El proceso es lento, o, como diría un filósofo amigo, tiende a convertirse en una transformación silenciosa. Ya no siento el abrazo de las noches. Antes de antes, en su delicado acento colombiano, Paula ordenaba: ¡gira! Y yo giraba mirando hacia la pared izquierda. A continuación ella me abrazaba desde atrás, los cuerpos unidos, las manos entrelazadas o al menos encimadas, y todo así hasta la mañana siguiente. Eso no sucede ahora. Mi cuerpo no oye la orden colombiana. Mi cuerpo, en consecuencia, no gira hacia la pared izquierda. Hasta los desayunos perdieron la mística de antaño. Y eso, claro, para no hablar de otras cuestiones propias de los vínculos amorosos. ¿Se acabó el amor? ¿La relación cambió de forma? Y en tal caso, ¿qué nueva configuración adoptará en el futuro? Responder a estas preguntas es un ejercicio inútil dado que Paula no existe sino que es apenas un personaje de ficción creado para contar historias esencialmente verdaderas.
L. 

Proximidad


miércoles, 12 de marzo de 2014

Aguas de marzo I


Y de pronto el otoño viene empujando puertas, cuerpos, ventanas, ropas mal colgadas. Aguas de otoño se extrañan y se bañan desnudas como amores en cielo o en celo, frutas partidas, papeles rotos, ese tipo de situaciones donde alguien canta y otro muere, de pronto, el otoño empuja hacia el fondo y más al fondo y se detiene de pronto a respirar como un náufrago dormido y desmayado. Y allá abajo, a ras de tierra y por si acaso, la población del mundo abre el paraguas del tiempo. Aguas del viento lento. Aguas de cuarzo y marzo.
L.

Aguas de marzo II

Distracciones

La culpa de mis fracasos se debe fundamentalmente a las distracciones. Abandoné la carrera de Letras porque me aburría en las clases y me la pasaba mirando pájaros por la ventana. Eso impidió concentrarme en el Siglo de Oro español, y, también, en la materia Semiología II. Algo similar ocurrió con mi vida amorosa. Me olvidaba de una cita clave con una mujer y me quedaba leyendo el tercer tomo de El señor de los anillos. El poder de ese libro fue hipnótico para mí. Pero la chica se enojaba y así terminaba el vínculo. Lo mismo con todo lo demás. Me distraje en los trabajos, me perdí en los viajes, no pude concentrarme en las reuniones sociales. Distracciones, ventanas abiertas, una hoja de papel de diario agitada por el viento, un recuerdo inoportuno en el mejor momento. En ese tipo de cosas radica el origen de mis fracasos.
L

martes, 11 de marzo de 2014

Música

Lo que más cuesta es vivir, afrontar el día, llegar hasta la noche sin dejar de ser, deslizar palabras con oculto desgano y ciego fervor, entrar al baño, salir del baño, poner café en la máquina, saludar a desconocidos, temblar secretamente, muy adentro, mientras comento las noticias y veo el reloj o la pantalla, subir y bajar de los taxis, de los colectivos en viaje hacia el lugar donde, cuando se apaguen los gritos y las citas, empiece a sonar la música, la única voz que hoy y siempre, nunca y mañana, quiero escuchar.
L.

Largavistas

Ya no quedan largavistas en stock. Se venden a veces por millares y entre todo tipo de personas. Los compradores quieren saber qué hacen los vecinos del edificio de enfrente. Y del otro y el otro y el otro. Quieren saber si se bañan si se ensucian si hacen el amor o lo deshacen si están descompuestos o compuestos. El vecindario está excitado frente a las opciones disponibles. La gente está aburrida y no tiene planes propios. Ni un solo proyecto. Ni el más mínimo interés al margen de espiar a los otros. Entonces largavistas, lupas, telescopios reflectores y refractores. Debe haber algo interesante allá lejos. Con toda seguridad lo lejano deslumbra más que lo cercano. Y una vez observado lo observado el feliz poseedor de instrumentos ópticos podrá hacer comentarios, llamar a la policía, promover condenas morales y otros divertimentos en boga y sin toga. No hay ni habrá en el mundo derecho a la intimidad. Largavistas. Sólo eso.
L.

Vigilar y castigar


Una parte significativa de la sociedad argentina aprueba los llamados de periodistas y políticos favorables a reimplantar la pena de muerte, aumentar la extensión de condenas carcelarias a casi la vida entera, vigilar y castigar como exclusiva y excluyente política de Estado. Se instala por lo visto una tan sombría como irresponsable fascinación por el castigo indiferenciado. Y crece así un fervor punitivo digno de mejores causas. Nadie se pregunta por la utilidad de semejante práctica. Nadie se pregunta por el calamitoso estado de las prisiones en este país convertidas en cajones húmedos y hacinados donde además se tortura a los detenidos de manera habitual y sistemática. ¿Utilidad? Cero. En ningún país del mundo bajó el nivel del delito gracias al aumento de las penas y del número de cárceles y detenidos. Ni siquiera la pena de muerte contribuye en tal sentido. ¿Por qué tanto entusiasmo entonces? No hace falta pensarlo demasiado. Afán de venganza, odio ilimitado, amargura, deseo profundo de acabar con el otro sea quien sea. Aún sin que medie proceso. Aún sin que se dicte sentencia. Periodistas y políticos explotan lo peor de la sociedad humana con meta inconfesable. Triste destino. Triste vida basada en el dolor y el castigo interminables. Y todo hecho, además, en nombre de la libertad, la justicia y el amor a la vida.
L.

Consecuencias

Las palabras que callamos eran las que deberíamos haber pronunciado. Los gestos que guardamos por pudor eran los que deberíamos haber cumplido. Los actos que nos parecieron triviales eran los que se esperaba de nosotros. Otros lo hicieron nuestro lugar. Paguemos ahora las consecuencias.
L.

lunes, 10 de marzo de 2014

Maestro

Dice poco y enmudece. Vuelve a hablar en voz muy baja. Abre una puerta y se va. Dibuja signos chinos en el aire. Irrumpe, despeja, provoca. Enciende una llama de curiosidad. No tiene ideas pero está dispuesto a tenerlas. Carece de planes. No quiere convencer a nadie. Hay algo que sabe y esconde. Llega al colmo de dar a sus alumnos la orden de atravesar un bosque cuya salida él mismo ignora.
L.

Desocupados


Es fundamental ocuparse en algo. No en cualquier cosa. No hablo de buscar entretenimientos para matar el tiempo. ¿Qué nos hizo el tiempo para que lo matemos? Hablo de una ocupación en algo útil e interesante, una tarea estimulante que al final del día nos deje algo en el bolsillo y en el alma. También en el cuerpo. Un cable a tierra que de paso conecte al cielo. La desocupación, en cualquier sentido, es fatal. La cabeza se pone a trabajar mal, las obsesiones enferman, los enojos crecen más de lo debido. El resentimiento engorda en la desocupación. Algunas mujeres, también algunos hombres, no soportan la situación y optan por la infidelidad. Al principio es divertido. Pero también eso aburre con el tiempo. Otros van a museos, bares, centros culturales, cualquier lugar que evite el sopor de lo insoportable. La chatura achata. La desocupación desocupa los espacios. Es fundamental ocuparse en algo...y apagar el celular.
L. 

Contacto

Más con menos

La buena escritura no se caracteriza por la abundancia sino por la economía de recursos. Todo consiste en decir más con menos. Eso no significa escribir siempre corto, estilo telegrama o a la manera de un mensajito de texto. Eso no quiere decir renunciar a lo que debe decirse. Hay novelas de quinientas páginas que de tan buenas se quedan cortas. Y hay novelas breves o incluso cuentos y mensajes electrónicos donde sobra casi todo. Economía de recursos, sencillez, atrevimiento, y, guste o no a los lectores, máxima precisión en el vocabulario utilizado. Decir más con menos. Por ahí va la cosa.
L.

domingo, 9 de marzo de 2014

Elogio de la diferencia


Cuando dos personas coinciden en todo no deberían alegrarse sino sospechar. Eso vale para los amigos pero en especial para las parejas. La fusión absoluta de las almas y los cuerpos es un mito. En la vida real la divergencia refuerza la unidad, la agujerea, la hace menos compacta y más divertida. El amor se nutre de lo distinto como los árboles del agua. Si dos individuos están siempre de acuerdo en todas las cuestiones es porque uno de los dos piensa por ambos, es decir, porque ejerce una forma sutil de dominación. Mejor dudar de tanta afinidad supuesta y acompañarse, sí, en la diferencia.
L.

Elogio de la convicción


Dudar es la base primaria del saber. No se concibe un verbo sin el otro. ¿Pero cómo estar seguros de que lo que creemos conocer es así realmente? ¿Acaso no podría ser de otra manera? La respuesta a ambos interrogantes está en investigar a fondo el asunto en cuestión, mostrarse dispuestos a cambiar de idea en caso de que sea necesario, buscar los mejores caminos de acceso a la verdad. ¿La verdad absoluta? De ningún modo. Apenas podemos alcanzar certezas mínimas. Tres meses antes de morir, entre febrero y marzo de 1984, Michel Foucault dictó en Francia un seminario sobre el tema. Lo tituló el coraje de la verdad y fundamentó esa valentía en la disposición de las personas a no pensar como piensa todo el mundo, o, al menos, el grupo de pertenencia de cada cual. Foucault radicalizó como nunca sus revulsivas posiciones. Dijo que las opiniones falsas enferman el alma humana y llevan al derrumbe. Y que por lo general las visiones falaces suelen basarse en "opinar como opinan todos" y no en una búsqueda que se inicia como experiencia interior (ocuparse inicialmente de uno mismo, diría Sócrates) y termina como resultado del coraje de compartir lo conocido o aprendido con o a pesar de los otros. Y de sostener la convicción así obtenida hasta el final. 
L.

Elogio de la duda


No es fácil encontrar a una persona que dude sobre algo. Al contrario. Saben todos sobre todo. Asombra especialmente la actitud general ante informaciones infundadas o, por lo menos, no del todo comprobadas. Basta que alguien diga una cosa en cualquier parte para que sea aceptada como indiscutible y cierta. No importa el dolor que la falacia pueda causar a un semejante. No importa la falta de evidencias. Y sin embargo. La sabiduría general nunca fue admitida por los sabios de verdad. Al contrario. Históricamente fueron ellos, los sabios, los que más dudaron, los que a medida que avanzaban en el conocimiento se sentían cada vez más desnudos e ignorantes. Los militares no dudan, se decía hasta hace poco. Pero no hace falta vestir uniforme para estar seguros. Es un síndrome generalizado. Quedan pocas personas capaces de pronunciar al menos una sola vez la bella frase no me consta. O voy a investigar y pensar en la cuestión. O necesito pruebas. Pocas personas son capaces de semejante desafío a la Gran Certeza. Frente a la convicción imbatible el único remedio es dudar de todo. O de algo al menos.
L.

sábado, 8 de marzo de 2014

No todo


No todo está en Internet. Por ejemplo el mar. No moja el mar en las pantallas. No veo a Paula en Internet. Ella acaba de salir de la ducha con su ridícula toalla a manera de turbante. No está el turbante blanco y erizado en Internet. No está Paula con un pie sobre la cama. Es cierto que hay mucho para ver en los buscadores universales. Y no sólo ahí. En cientos de miles de pantallas parece resumirse el universo ahora. Pero no todo se limita a ese juego de formas y luces que enceguecen. Hay viento y Paulas y aviones todavía. Hay azafatas que escriben en libretas de apuntes. Y hay un pez largo y azul que a último momento salta y escapa de la red. Nos queda su ejemplo.
L

viernes, 7 de marzo de 2014

En el bosque


Vuelvo a la menuda figura de Lenna derivando por el bosque. La veo en un monte cubierto de plumas que al quebrarse exudan algo como niebla densa y pegajosa. Lenna soltándose el pelo para volver a sujetarlo. El aire inquieto acecha en la intemperie. Sus piernas demasiado blancas. La corteza llena de mensajes borrados. Un alambre golpea el mástil. Troncos recién talados al pie del santuario y la callada amenaza del sol en el abismo. Los jinetes continúan en máxima tensión. Ella alcanza una rama larga, la libera de espinas y se dirige hacia un claro junto al río nervioso. Un vendaval de flores la protege del mundo. La caminata se desvía en un soplo de espuma. Tal vez haya una cima, un sendero de tablas partidas por los carros, el inútil aullido de un perro. Bajar al pozo y jugar con nieve o ceniza. Descubrir panales antiguos en los huecos, una forma de oso insinuada en la espesura, el beso negado. Toco la fruta con la lengua y se deshace lentamente. No voy a llorar por un amor acabado, dice Lenna en la partida.Y yo la veo alejarse de todas las orillas.
L.

No todo fue naufragar

No hay error I


Suponemos a veces que en el pasado cometimos un error inicial. Atribuimos a esa falla todas las que siguieron. Un mensaje mal escrito determinó el alejamiento de alguien que amábamos. Eso nos molestó y entonces insistimos de manera doblemente errónea. La destinataria del mensaje hizo un viaje al exterior. Lo interpretamos como un alejamiento relacionado con nuestro mensaje erróneo. Decidimos entonces bombardearla con nuevos llamados por escrito y por teléfono. Una enfermedad nos alejó por un tiempo de la contienda. Atribuimos a esa dolencia la culpa por enfriar más las cosas. Y luego una mudanza, un vaso quebrado, el perro que ladró a destiempo, una lluvia inesperada. Y finalmente otra persona que surgió en escena. A continuación escribimos un último mail aún más torpe que los anteriores. La cadena expuesta es un perfecto ejemplo de neurosis paranoica. La teoría del error inicial es un error inicial.
L.

No hay error II


No hay errores en la vida. No nos equivocamos en nada. Hay apenas experiencias que pueden ser digeridas o no. Aprendidas o no. Experimentadas o dejadas de lado. Ahí está el centro del problema a resolver. Entregarse a la experiencia y no calificarla ni de acierto ni de error. Además nada fracasa tanto como el éxito. Ni vencedores ni vencidos. Si no ponemos en acto las cosas que no sabemos jamás aprenderemos. Conclusión. Salvarse por el riesgo.
L.

jueves, 6 de marzo de 2014

Flores del mal


Los muertos no pueden defenderse de los biógrafos, crueles y sabios cazadores que llegan después. Veamos si no el caso de Charles Baudelaire (1821-1867), ilustre entre los ilustres y desconocido entre los desconocidos. El autor de Las flores del mal, el fundador de la poesía moderna, padeció, al día siguiente de su muerte, las acusaciones más descabelladas. De pronto fue mujeriego, pornógrafo, libertino, drogón y mucho más. Ya es tiempo de poner las cosas en su sitio. El poeta vivió catorce años con la misma mujer, la célebre venus negra de la leyenda que ni siquiera era negra sino morena y clara. Y cuando esta mujer notable por su belleza enfermó y envejeció prematuramente, Baudelaire siguió ocupándose de ella hasta el último instante. Podría añadirse que al margen de la larga convivencia con venus, llamada en rigor Juana Duval, más un amor platónico, es decir, sin sexo, con una señora tímida y enamoradiza conocida como Sabatier, no existieron más episodios importantes en la vida sentimental del poeta. A estos dos casos se reduce el terrible libertinaje que todavía hace estremecer de horror o entusiasmo a los biógrafos. Como decía o diría Shakespeare...un solo grano de impureza hará de su noble sustancia motivo de escándalo.
L.

Vida Interior I


Vida interior II

No hablamos de todo con todos. Hacerlo sería un error o una estupidez. Elegimos entonces al interlocutor adecuado. Y ni siquiera a esa persona le contamos todo lo que pensamos, soñamos o sentimos. Nadie nos puede obligar a la confesión total. O a decir toda la verdad. ¿Acaso existe semejante cosa? No existe. Hay verdades parciales que sólo compartimos con dos o tres personas dignas de escucharlas con atención. Con los demás ya se sabe. ¿Qué tal, cómo va todo, te fue bien en el verano, hubo lindo tiempo? Con eso bastará y sobrará. Las otras cosas, las que importan, sólo se comparten con la gente que importa. ¿Por qué? Porque no hablamos de todo con todos. Así como no compartimos la ropa interior mucho menos compartiremos la vida interior. Intimidad. No traicionarla nunca.
L.