martes, 18 de marzo de 2014

Aire caliente


La ciudad sitiada. Faltan minutos para el asalto final. El gobernador está dispuesto a entregar el reino a cambio de un pez o una medalla. Las familias se recluyen en sus cuevas, los ancianos callan, los niños juegan sin ganas. Pero no todo está perdido. Mientras las bombas acaban con los sueños, mientras los actores lloran en el teatro y las putas improvisan rezos de emergencia, hay todavía un caballero dispuesto a resistir. Es un héroe optimista en una época sin héroes. Con una rosa en la mano y una sonrisa en la boca pretende elevarse en un globo imposible. Las fronteras están bloqueadas. Los cañones no dan tregua. Pero hay un plan. En medio del entusiasmo general las mujeres han donado su ropa interior a los fines de armar, con retazos de lujosa intimidad, un globo capaz de volar muy alto. Contra toda indiferencia, contra toda frialdad, la burbuja de los locos se eleva desafiante. El gobernador observa el espectáculo con una mezcla de sorna y amargura. Allá va el héroe ascendiendo entre nubes de pólvora. Con aire caliente y fantasía no va a llegar lejos, desliza casi mudo el funcionario. Con sólo esos dos elementos, sin embargo, el hombre se ha propuesto salvar a la ciudad de la tristeza.
L.

No hay comentarios:

Publicar un comentario