domingo, 9 de marzo de 2014

Elogio de la duda


No es fácil encontrar a una persona que dude sobre algo. Al contrario. Saben todos sobre todo. Asombra especialmente la actitud general ante informaciones infundadas o, por lo menos, no del todo comprobadas. Basta que alguien diga una cosa en cualquier parte para que sea aceptada como indiscutible y cierta. No importa el dolor que la falacia pueda causar a un semejante. No importa la falta de evidencias. Y sin embargo. La sabiduría general nunca fue admitida por los sabios de verdad. Al contrario. Históricamente fueron ellos, los sabios, los que más dudaron, los que a medida que avanzaban en el conocimiento se sentían cada vez más desnudos e ignorantes. Los militares no dudan, se decía hasta hace poco. Pero no hace falta vestir uniforme para estar seguros. Es un síndrome generalizado. Quedan pocas personas capaces de pronunciar al menos una sola vez la bella frase no me consta. O voy a investigar y pensar en la cuestión. O necesito pruebas. Pocas personas son capaces de semejante desafío a la Gran Certeza. Frente a la convicción imbatible el único remedio es dudar de todo. O de algo al menos.
L.

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