Taladros a primera hora. Y entonces no se oye más el viento. Ni el deslizamiento de sábanas y remos en el agua. Ni la gota fría. Nada que ver o sentir o escuchar. Sólo ese ruido intenso y tembloroso que pone fin a cualquier intento de dejar hablar al silencio o a lo que resta de él. ¿Será peligroso el silencio? Debe serlo. Por eso el coro de taladros. Y luego las motosierras que pondrán fin al último árbol de la cuadra. Ni casas viejas ni recuerdos. Taladros apenas y qué pena.
La única música permitida. Y a primera hora.
L.
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