La virtud de las aguas está en el movimiento, en la continuidad, en seguir el curso indicado por el cauce, por los vientos, por las pequeñas hojas, por el destino insinuado en la arena. Si quieren avanzar las aguas deben eludir las obstrucciones, la parálisis, la incomunicación. Es en el espejo de las aguas donde deberían verse los hombres y las mujeres. Y no para copiar la lógica del río sino para reinventarla según sea el deseo del torrente. La única regla moral es entregarse al curso de las aguas y responder a la exigencia del momento. Las aguas no desembocan. No paran ni se cansan de ser. Atención. Una idea que se estanca es una idea que se pudre.
L.
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