martes, 11 de marzo de 2014

Vigilar y castigar


Una parte significativa de la sociedad argentina aprueba los llamados de periodistas y políticos favorables a reimplantar la pena de muerte, aumentar la extensión de condenas carcelarias a casi la vida entera, vigilar y castigar como exclusiva y excluyente política de Estado. Se instala por lo visto una tan sombría como irresponsable fascinación por el castigo indiferenciado. Y crece así un fervor punitivo digno de mejores causas. Nadie se pregunta por la utilidad de semejante práctica. Nadie se pregunta por el calamitoso estado de las prisiones en este país convertidas en cajones húmedos y hacinados donde además se tortura a los detenidos de manera habitual y sistemática. ¿Utilidad? Cero. En ningún país del mundo bajó el nivel del delito gracias al aumento de las penas y del número de cárceles y detenidos. Ni siquiera la pena de muerte contribuye en tal sentido. ¿Por qué tanto entusiasmo entonces? No hace falta pensarlo demasiado. Afán de venganza, odio ilimitado, amargura, deseo profundo de acabar con el otro sea quien sea. Aún sin que medie proceso. Aún sin que se dicte sentencia. Periodistas y políticos explotan lo peor de la sociedad humana con meta inconfesable. Triste destino. Triste vida basada en el dolor y el castigo interminables. Y todo hecho, además, en nombre de la libertad, la justicia y el amor a la vida.
L.

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