miércoles, 19 de marzo de 2014

Idealizar


Los aspirantes a convertirse en escritores o algo parecido suelen idealizar demasiado a la literatura y al oficio mismo de escribir. En ese punto se parecen un poco a los enamorados que, al menos en una primera fase, están más enamorados del amor que de la persona elegida para sus desvelos. Lo que viene después ayuda a despejar ensoñaciones excesivas y aceptar la parte menos encantadora de las cosas. Tanto la escritura como el amor tienen momentos altos, medianos y bajos. Siempre hay problemas, una dosis inevitable de rutina y desencanto, otra igualmente insalvable de esfuerzo puro, trabajo mental y muscular, tedio, agotamiento y ganas de mandar todo al diablo. Algo similar les debe haber ocurrido a Colón y otros navegantes antes de alcanzar nuevos mundos. Momentos chatos en las carabelas, peleas entre marinos por un plato de comida, cierto cansancio frente a un horizonte demasiado horizontal. Tarde o temprano todos aprenden que no hay cielo sin suelo y que, cualquiera sea el objetivo propuesto, debemos estar dispuestos a soportar las horas muertas, la espera, lo que se resiste a ser nombrado o amado.
L. 

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