No es Paula tan linda como Camila Vallejo. No tiene esos muslos tan dulces y torneados. No exhibe el piercing de Camila en la nariz. Tampoco le sale bien el acento chileno. Paula es colombiana. Su belleza ocurre al otro lado de las montañas y las selvas por donde avanzan ríos de sangre. No hace falta que Paula se desnude para saberlo. Tampoco es necesario que se vista. Ella se esconde entre ramas de samanes quietos en la finca legendaria. Y esto que podría ser una elegía o un canto de amor o una declaración de esas que se borran con la lluvia como dos nombres en un muro, no es más que una aproximación, o, quizás, un espejo que tiembla. Es algo que no quiere decir nada y es todo a la vez. El silencio quizás. O el dolor. O la verdad que duele y cura cuando ya no quedan fuerzas para la inútil venganza. No es Paula tan hermosa como Silvia Pérez Cruz. No canta por ahora El gallo rojo. No sabe catalán sino inglés y francés. También colombiano. Dice hijueputa como si fuese la reina de Bogotá. Su mundo no es de este mundo. Por eso fue tan fácil encontrarla. Y por eso es tan difícil todo lo demás.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario