Existe en la escritura de Julio Cortázar algo propio de ese autor conocido como ritos de pasaje. El nombre no importa demasiado. Lo que sí importa es que cuando uno lee algunos cuentos de ese autor -por ejemplo Continuidad de los parques, La señorita Cora, Final de juego o La salud de los enfermos- descubre que en cierto momento del relato se produce un cambio brusco e inesperado. Es una especie de salto hacia un mundo paralelo situado en otro tiempo y otro espacio. A veces el lector no alcanza a percibir ese punto de fuga. Pero está ahí, travestido entre líneas veloces y empujando el texto hacia lugares inimaginables. El recurso literario o estético de Cortázar podría aplicarse a la vida en general. De pronto hay un puente, un gesto, algo que no vemos claramente. Pero de ese algo depende el cruce a la otra orilla, o, por lo menos, un cambio decisivo ubicado en algún lugar de la misma tierra que pisamos.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario