Ciertas, engañosas, deformadas o directamente falsas hay ideas que tranquilizan a la humana humanidad. La casi inminente desaparición del agua potable, o de las abejas, para no hablar del Ártico y de todos los peces marinos (esto último se anuncia con buenos fundamentos para dentro de 38 años) suele ser respondida con gestos condescendientes y perdonavidas. Alguna cosa habrá a cambio, dicen los bienpensantes. No debemos ser apocalípticos. Si no hay peces nacerán hamburguesas acuáticas. Si no hay abejas el hombre creará drones polinizadores. Algo parecido ocurre en otros campos del saber común. Tranquiliza pensar que el mundo está dividido entre ángeles y demonios. Ángeles seríamos casi todos nosotros. Los malos y tóxicos, en cambio, son los demás, es decir, los monstruos, los perversos, los psicópatas. Hace un par de años, en una clase de periodismo, se me ocurrió hablar de lo ocurrido en la Argentina el 24 de marzo de 1976 y en días posteriores. Me detuve en detalles antipáticos. Hablé de las torturas y violaciones sistemáticas de mujeres, cuerpos arrojados al río o al mar, también del robo de niños y del asesinato de algunos de ellos, hechos concretados entre otros por el Tigre Acosta o el ángel rubio Alfredo Astiz. La mayoría de los alumnos contraatacó ya sea diciendo que los secuestrados eran asesinos y subversivos, o, también, afirmando que los militares y civiles involucrados en los hechos eran enfermos mentales. Idea tranquilizadora. De ser así la cantidad de psicópatas o perversos es o sería apabullante. Un mínimo de tres mil según pude saber de buena fuente. Menos tranquilizadora es la idea lanzada al mundo por Hanna Arendt en 1961. Banalidad del mal. Según ella los monstruosos asesinos y torturadores eran en realidad oficinistas. Cumplían órdenes. Además eran buenos padres, esposos y abuelos y disfrutaban, algunos, de la música de Beethoven. A Eichmann, acaso el mayor criminal de la historia, se le hicieron seis estudios psiquiátricos y todos concluyeron en que el supuesto monstruo o loco era, había sido, el más normal y equilibrado de los hombres. Ideas tranquilizadoras. El amor dura para siempre, el cambio climático es un invento delirante, siempre que llovió paró, el bien, así, en general, terminará imponiéndose sobre el mal. Y todos felices.
L
No hay comentarios:
Publicar un comentario