viernes, 14 de marzo de 2014

Tormenta interior

Puso la toalla a secar en la sala y al rato observó cómo la humedad absorbida en la ducha armó una nube con gotas que se evaporaban desde la tela blanca y erizada. Fue increíble. Poco a poco la nube ligera se volvió pesada y se precipitó primero en forma de suave llovizna y luego convertida en aguacero y tempestad. La tormenta interior alcanzó después el cuarto de dormir, el baño en leve ascenso, la cocina solitaria. Eso más que lluvia era un aguacero, una gran humedad descontrolada, una asombrosa caída de pájaros y cántaros. Muy pronto los libros, los muebles y las medias empezaron a flotar como barquitos hasta hundirse lentamente. A continuación siguieron las fotos del álbum, los recuerdos sin usar, las sábanas grises. La piel erizada de la toalla fue cediendo en intenciones hasta borrarse casi por completo mientras el hombre, dando grandes brazadas, nadaba en la sala hasta llegar, por fin, a la playa divina de los sueños.
L. 

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