lunes, 25 de agosto de 2014

Esquimales II


Casi todas las especulaciones que se hacen sobre la infidelidad y sus consecuencias se basan en estrictos principios morales. Pero la moral es un factor histórico y esencialmente ambiguo. No es lo mismo la moral imperante en la época victoriana, en el medioevo, en la Argentina del siglo XIX o en el Afganistán de hoy. Leí que para un esquimal es signo de buena educación ofrecer su mujer al viajero para que duerma con ella. Cuando el visitante se niega el anfitrión se siente gravemente ofendido y le pega con un palo. Imaginemos la situación. Afuera hace mucho frío. No hay calefacción en el iglú. La manera más fácil de combatir la helada es el cuerpo humano, cálido, íntimo y próximo. Y la mejor de todas, según la singular filosofía esquimal, parece concentrarse en la cálida piel de las mujeres. Tal vez sería absurdo proponerle al hombre de visita que se acueste con el marido o con una foca. En conclusión. Todo parece indicar que la actitud adoptada por los esquimales es una solución moralmente sana, éticamente generosa y, por encima de todo, principista.
L.

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