El extermino impiadoso y sistemático del pueblo palestino a manos del estado de Israel -con apoyo logístico, político y económico de los Estados Unidos- continuará por lo visto hasta acabar con el último niño palestino, el último árbol palestino, el último caballo palestino, la última vaca palestina y la última brizna de hierba de esa gran civilización. Para cometer este monstruoso operativo de limpieza étnica, Israel cuenta con un respaldo fundamental que ya no es sólo el de las potencias occidentales, que lo tiene, sino el de la aplastante mayoría de la opinión pública mundial. La humanidad, sumida en un asombroso estado de amnesia, está ocupada por lo visto en cosas más importantes. ¿Cómo se ha logrado esto último? No fue difícil. El control hegemónico de los medios de información a nivel global le ha permitido a Israel y sus aliados instalar la idea falaz de que los palestinos son los malos de la película y que por eso, porque son malos, deben ser castigados hasta el fin con la muerte de todos y la destrucción completa de viviendas, mercados, hospitales, granjas, mezquitas y escuelas. El que mata debe morir, ha dicho la filósofa argentina Susana Giménez. Y los buenos de la película aprueban la idea. ¿El grupo Hamas es terrorista? Si lo fuera habría que decir que su terrorismo es por lo menos ridículo, torpe e inexperto. Los cohetes artesanales que disparan suelen caer en zonas despobladas con consecuencias irrelevantes. Israel, en cambio, es la octava potencia mejor armada del mundo. Sus cohetes de alta gama, sus aviones no tripulados y sus tanques acabaron ya con la vida de 2.200 civiles palestinos, cuatrocientos niños y bebés entre ellos. Eso más diez mil heridos y 200 mil desplazados internos. El país convertido en una cárcel a cielo abierto fue devastado en su casi totalidad. Y dado que Palestina carece de fuerzas armadas lo que ahí sucede no puede ser calificado de guerra. Tampoco puede hablarse de hostilidades, enfrentamientos o batallas sino de exterminio liso y llano. Los hechos demuestran que, dotadas de poder, las víctimas del nazismo o de quien sea pueden convertirse en victimarias. Primera conclusión. Si el Holocausto fue posible, si el genocidio en Palestina es posible, tendremos, todos, que estar preparados. Hoy van por ellos y no le importa a nadie. Pero mañana vendrán, sí, por nosotros. Ya lo ha dicho Blas de Otero, el intenso poeta español. Vendrán por ti, por mí, por todos, aquí no se salva ni Dios...Lo asesinaron.
L.
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