Un engaño gigante y habitual en algunas escuelas de periodismo y facultades de comunicación consiste en la servil adhesión a la mal llamada ecuanimidad. La idea sería más o menos así. Si un bando dice una cosa y el otro dice otra, la supuesta verdad objetiva se ubicaría en un lugar intermedio, equidistante, entre los dos. Pero la ecuanimidad, si existe, no debería ser usada para justificar lo injustificable. Si la neutralidad se vuelve sinónimo de complicidad y castración sería mejor que la comieran toda. Un periodista digno de ese nombre tiene que investigar y considerar cada afirmación con el objetivo de llegar al fondo de cada versión, independientemente de quien la sostiene. Hace tiempo la madeja fue desatada por el periodista británico Robert Fisk a quien corresponde la frase que se anota a continuación. Siempre digo que los periodistas deberían ser neutrales y objetivos en favor de los que sufren.
L.
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