El lenguaje es usado muchas veces para cubrir y no para descubrir, para ocultar y no para desocultar, para engañar y no para iluminar. Son tramposas las palabras. Son sucias e infieles. Son abejas en celo y mejor no fiarse de ellas. Juntas componen la danza de siete velos. Con frecuencia nos alejan de la desnuda verdad, de la belleza muda y el cuerpo crudo, de la esencia vencida o extraviada. La trama textual convertida en artificio, un oficio de motores volantes, maquillaje azul de pieles arrugadas. Qué horror. Tan hermosos discursos, tantas promesas obesas, tanta nada en la nevera. ¿Será mejor optar al fin por el silencio? ¿O habrá que empezar a hablar de nuevo?
L.
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