No hay nada más difícil que estar en el lugar donde uno está. A todos nos cuesta entregarnos en cuerpo y alma al puro instante. Prestamos la cara, hablamos del clima, sonreímos, le decimos gracias a la cajera, miramos, qué horror, el celular. Pero en realidad no estamos en ninguna parte. Pasamos los días en estado de pasiva suspensión. Buscamos algo indefinido en las pantallas, en los sueños, en viejas anotaciones de la agenda o en fotos que ya no sirven ni para recordar. ¿Por qué nos cuesta tanto estar acá? Y si realmente nos fuimos a otro lado, ¿en dónde queda exactamente ese lugar?
L.
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