No siempre hay que ver absolutamente todo lo que se presenta. A veces basta un poco. Y a veces nada. Los prodigios de la fe no sólo mueven montañas sino también cuerpos, voluntades, emociones. Para el director ruso Andrei Tarkovski, por ejemplo, las únicas cosas visibles de sus películas se limitaban al estado interior de la escena y a la psicología de los personajes. Después vendrían las imágenes, lo que se ve y se siente, la obra artística resultante. Uno de los problemas de esta época se concentra quizás en la demasiada visión. Hay tanto para mirar que al final quedamos ciegos para lo que se alza frente a nosotros. Pero no siempre importa ver todo. No todo. Porque me has visto has creído -dice el apostol Juan en el Nuevo Testamento bíblico-. Dichosos los que sin ver creyeron.
L.
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