sábado, 2 de febrero de 2013

Yo, yo y yo

Dicen en los ambientes literarios que está de moda la literatura del yo, las autobiografías, los autoanálisis, el autoerotismo y la autoexigencia. Parece que lo único importante es la autoevaluación constante, el yo mismo, lo que le pasa al autor, sus experiencias vitales o cuasi mortales, los vaivenes de la sexualidad propia, las angustias, las alegrías, sus frustraciones, sus viajes de vacaciones, sus aventuras, sus compras en el mercado, sus amores y las miserias a veces disfrazadas de triunfos. Yo, yo y nada más que yo. Mundo interior. Ropa interior. Intimidades al sol, previsibles manchas en las sábanas y cosas así. La supuesta moda se torna especialmente evidente en los blogs, en las redes sociales, en las conversaciones por teléfonos móviles que se oyen en los transportes públicos. Todo el mundo monologa aún frente a los otros. Los otros, así sean fantasmas del yo, carecen por completo de sentido. Las historias que no involucran al yo mismo carecen de interés. Suponiendo que así son las cosas hay una serie de problemas sin resolver como por ejemplo la calidad de la escritura, la profundidad, la capacidad de mirarse el ombligo con alguna perspectiva, la conciencia terrible de que no siempre lo que me pasa a mí es valioso o interesante para los demás. Los que siguen la moda deberían saber como Rimbaud que yo es otro. Siempre. Y que algo del otro se aloja en el yo. Y que lo único que define a la buena literatura es justamente eso. Que sea buena. 
Todo lo demás, el yo incluido, carece de importancia.
L.

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