Pero qué lindo salir del cine sin que haga falta comentar la película. Caminar en silencio por la playa y no decir nada sobre el mar, la arena o las gaviotas. Acostarse y dejar que los cuerpos se entiendan solos. Leer el diario y compartir el dolor por lo que no puede arreglarse. Abrir la ventana en plena lluvia. Disfrutar de la intemperie como si fuera el mejor de los refugios. Nada más que el cielo, el viento y las estrellas frías. Y dejar distraidamente que el fuego se consuma y se renueve en la espesura del bosque.
L.
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