Está eso que la gente llama conversación. No hay que ser un genio para descubrirlo. Basta subir a un colectivo y escuchar las cosas que habitualmente se dicen a través de móviles o los mal llamados celulares inteligentes. Pavadas. El lugar geográfico exacto (¿dónde estás?), a cuánto el kilo de papas, historias de enfermedades que se vuelven interminables, una discusión con la jefa. De eso habla la gente. De enfermedades, de cosas vistas ayer por televisión, de un lindo vestido que venden en el centro comercial. No hay un verdadero intercambio en tales casos. Eso no es hablar sino un parloteo vacuo, anodino, inconducente. En El otro cielo, un cuento de Cortázar, el protagonista dice que con su novia jamás habla de lo que importa. ¿De qué habla entonces? Cualquiera que lee esto podrá imaginarlo. Una conversación de verdad no requiere de noticias sino de una conexión de otro tipo para la cual no se me ocurren palabras. La verdadera conversación requiere silencios, gestos, acciones, ningún objetivo. Es parecido a mirar llover por la ventana. Y a veces ni eso.
L.
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