Leo el libro más reciente de John Berger, excepcional poeta, ensayista y novelista inglés que vive con su mujer en los Alpes. "Lo que más me reconcilia con mi propia muerte -escribe en la última página del libro- es la imagen de un lugar donde tus huesos y los míos sean sepultados, tirados, desenterrados juntos. Ahí estarán desperdigados en confuso desorden. Una de las costillas reposa contra mi cráneo. Un metacarpio de mi mano izquierda yace dentro de tu pelvis. (Como una flor, recostada en mis costillas rotas, tu pecho.). Los cientos de huesos de nuestros pies esparcidos como la hierba. No deja de ser extraño que esta imagen de nuestra proximidad, que no representa sino mero fosfato de calcio, me confiera un sentimiento de paz. Pero así es. Contigo puedo imaginar un lugar en donde ser fosfato de calcio resulte suficiente". ¿Es posible imaginar una carta de amor más hermosa, audaz y verdadera?
L.
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