miércoles, 5 de marzo de 2014

Libros

Me cuenta un mueblero que ya no se venden ni se fabrican bibliotecas. Nadie las pide en los negocios del ramo. Me cuenta la directora de una escuela que un porcentaje elevado de los alumnos (jóvenes de entre 19 y 25 años) no leyeron un solo libro completo en su vida. Pregunto a un escritor informado si los e-books están reemplazando a los libros en papel. Para nada, me dice. Hay gente que los tiene y carga cien mil volúmenes en la memoria digital. Pero no se lee lo que se carga. Ni un solo ejemplar. Ni una sola línea. Me cuenta el dueño de una librería céntrica que mucha gente compra libros de calidad, por ejemplo Rayuela de Cortázar, pero lo hace porque se cumple un aniversario o algo así. Es la compulsión del consumo, añade el librero. Después ni abren Rayuela. Nadie espere acá una defensa cerrada del acto de leer y tener libros. Para mensajes culturales y edificantes está Facebook y no estoy en plan de competir con esa red social. Muchos torturadores argentinos, muchos nazis a cargo de campos de concentración, eran fervorosos lectores y tenían buen gusto en materia musical. Ningún chileno tuvo nunca una biblioteca tan completa como la que poseía Pinochet cuando vivía. Se aproxima tal vez una vida sin libros, acaso sin palabras, sin amor, sin caricias, sin plantas ni animales. Todo esto puede sonar apocalíptico y lo es. Pero bueno. A cuidar nuestros libros en las bibliotecas. Todavía están ahí. Abrirlos de vez en cuando. Quién sabe ayuden un poco a vivir y a sobrevivir que es aún más importante. 
L. 

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