El acto de mirar implica una elección definitiva. No miramos cualquier cosa. No abrimos los ojos para llenarlos de basura, no, al contrario, queremos ver/sentir por fin un poco de vida entre los muertos, una flor de alta montaña, una boca abierta al aire que empieza a soplar, lentamente primero, fuertemente después, viento y vendaval, ventarrón de almas, eso que queríamos ver y que sin embargo es invisible y desnudo como el viento o como el mar cuando es de noche. El acto de mirar implica algo más que eso. Porque una vez que vimos algo, ya se sabe, lo veremos siempre.
L.
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