La falsedad se ha convertido en un sistema de vida ideal para un gran número de personas. La falsedad, el autoengaño, el fingimiento sutil, la sonrisa que no muestra los dientes. Lo falso asoma incluso en los ambientes supuestamente cultos, bienpensantes y progresistas. Asoma en el interior de las familias y aún entre los niños así educados por los adultos. Entrenados en el ocultamiento y la falacia cotidiana. ¿Qué hacer ante semejante invasión de mentiras instauradas y aceptadas? Ni siquiera puede pensarse en construir una verdad. Pero algo sí puede intentarse. Algo puede hacerse incluso en el mundo de la escritura y el arte. Y ese algo consiste en rechazar y perseguir la falsedad sin descanso y hasta las últimas consecuencias.
L.
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