Discutimos con Paula acerca de lo útil y lo inútil. Ella acaba de salir de la ducha y aún no se quitó ese ridículo turbante de toalla que suele llevar en la cabeza al salir del baño. Está desnuda, eso sí. Pero el cuerpo no interviene en la charla. No por lo menos ahora. Discutimos acerca de la utilidad de las cosas. ¿Es útil tener hijos?, provoco yo para ver qué pasa y de paso molestar. Mientras Paula se pinta de verde las uñas de los pies responde que no es útil tener hijos. Peor, dice, toda madre que da a luz condena a muerte a un ser humano. Le recuerdo que la frase no es de ella sino de Sartre. Lo admite pero para el caso da igual. Queda una uña sin pintar y ya cayó al suelo el turbante. ¿Las novelas de García Márquez son útiles?, pregunta ella buscando en los cajones una bombacha nueva que compró en Lima. Le digo que no. El mundo viviría lo más tranquilo sin García Márquez, sin los Beatles, sin Mozart y sin el Indio Solari. Los temas se van ampliando peligrosamente. ¿Y entonces? ¿Qué hacemos entonces? ¿El amor es útil? ¿Y los tomates? ¿Sirven para algo? La charla no tiene ni pies ni cabeza. Que algo sea efímero no le quita valor, digo yo para moderar el tono. Lo efímero y no lo útil. Eso justifica la existencia. La vida que es eterna mientras dura. En caso contrario ya nos habríamos matado todos. Paula aprovecha para vengarse y me recuerda que la frase está inspirada en algo que dijo Vinicius de Moraes. No sé qué pasó después, pero, ¿acaso le importa a alguien?
L.
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