Astrónomos de la NASA acaban de descubrir un planeta muy parecido al nuestro. Está situado a quinientos años luz de la Tierra y no a quinientos millones como informó erróneamente el principal diario de este país. Parece que tiene agua, gira alrededor de una estrella similar al sol y fue bautizado como Kepler-186f. Es cierto que en los últimos veinte años se han detectado cerca de mil ochocientos exoplanetas en condiciones similares. Pero el nuevo añade algunos datos que lo vuelven más familiar. El tamaño, la composición, el aspecto. Cada vez que leo noticias de este tipo siento más miedo que alegría. Temo que en un futuro los habitantes de este planeta ya casi arruinado se dediquen a destruir otros como por ejemplo el Kepler-186f. Me alivia saber que está lejos y me ilusiono pensando que quizás en ese nuevo astro viva el Principito, el que no responde preguntas, el que tuvo con un zorro una conversación inolvidable, el que volvió al asteroide B-612 con el plan de cuidar y amar a su rosa coqueta, traidora en parte, pero fundamental para su vida.
L.
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