miércoles, 16 de abril de 2014

Poesía incandescente

Ya nadie lee poesía. El género, si así puede llamárselo, quedó recluido en grupos muy cerrados, cenáculos de gente supuestamente culta y sensible que se reúne a leer y tomar vino en cafés literarios o centros culturales. Lo hacen para practicar lo que dio en llamarse erotismo lírico, es decir, los autores se leen entre ellos para darse mutua satisfacción. Y sin embargo la poesía sopla donde quiere y debería ser hecha y vivida por todos. Y sin embargo la poesía es lo más cercano que existe a la angustia, al desasosiego de existir, al deseo prohibido, a las preguntas que todos nos hacemos en algún momento sin hallar una sola respuesta. El poema nos revela lo que somos y nos invita a ser eso que somos. El poema abre para siempre las tres heridas que observó Miguel Hernández, el sufrido y heroico poeta español. ¿Qué tres heridas? La de la vida, la del amor, la de la muerte. Parece poco pero es todo. Son los únicos temas que de verdad nos importan a todos. Y, sin embargo, ya nadie lee poesía.
L.

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