Sed del vaso y no del agua, dice el poeta. Una sed sin nombre que no se apaga ni se rinde. Como el fuego en la nieve. Como todo lo que sigue más allá del torrente que pretende acabar con el incendio. Sed del bosque y no del viento. Sed de viento y movimiento. Un río entero jamás alcanzaría a calmar la sed del vaso y no del agua.
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