jueves, 17 de abril de 2014

La tercera cosa II

El sabor de una manzana no está en la manzana misma. El señalamiento podría enriquecerse si recordamos que la manzana, cualquier fruta en realidad, no posee un sabor propio de ella. El gusto, naturalmente, tampoco habita en la boca de quien la come o la muerde. Para que se produzca el milagro del sabor es necesaria la fusión entre la manzana y la boca. Algo parecido pasa con el beso y el amor. Ninguna boca lo asegura en sí misma. Tampoco dos. Hace falta siempre una tercera cosa. Lo mismo sucede también con la escritura literaria. La calidad de un texto no es una propiedad del texto mismo. Requiere del encuentro de las palabras y el lector. Depende, cabe insistir, de una tercera cosa que nadie sabe qué es.
L.

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