Dice mi psicóloga que leo la vida como una novela. Dice que estoy rodeada de personajes y escenas. Dice que adopto una actitud pasiva. Dejo que la trama me lleve sin oponer resistencia. Al principio me sentí ridícula con ese análisis. Luego lo acepté. Es cierto. Miro las cosas como si leyera un cuento. No intervengo. No actúo. Buscando culpables acusé a los libros. Me refugié en ellos por ser tímida e insomne. Ahora veo las consecuencias. ¿Será que estoy demasiado cansada para vivir la vida? Siento que ya pasaron muchas cosas. Fui testigo del amor entre Cayetano y Sierva María. Vi a Montag quemando libros y bibliotecas hasta que conoció a Clarisse. Escuché las conversaciones de siete locos dispuestos a hacer una revolución financiada con el trabajo de las putas. Viajé a Marte, a la Tierra Media, a Venecia. Cientos de vidas se reunieron para mí en un solo instante. Admito ante la psicóloga que eso debe parar. Es hora de empezar a caminar e involucrarme. No puedo seguir paralizada ante el pelotón de fusilamiento. Debo frenar ya mismo la ejecución con un grito que salga de mi propia garganta.
Andrea
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