Avanzando ella abre el mar por el medio. Para hacerlo no necesita coraje. Ahora ya es antigua en el ritual. Mete la cabeza adentro del brillo del mar y retira una cabellera que sale escurriéndose toda sobre los ojos salados que arden. Con el cuenco de sus manos hace lo que siempre hizo en el mar. Y con la altivez de los que nunca darán explicación ni siquiera a sí mismos, con el cuenco de las manos lleno de agua bebe a grades sorbos. Grandes y buenos. Y era eso lo que le faltaba. El mar por dentro como el líquido espeso de un hombre.
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