Oliverio Girondo (1891-1967) escribía poesía indecente, alejada de lo sublime, directa y encantadora a la vez. Pensaba que lo cotidiano es una manifestación admirable y modesta del absurdo (pienso igual). Y arrojaba sus poemas al viento como una piedra y sonriendo ante la inutilidad del gesto. En su Paisaje Bretón decía por ejemplo que "había un olor a sexo que desmaya". Oliverio se animaba a decir. Las chicas de Flores es quizás su poema más audaz. Ahí las muestra colgando sus pechos sin madurar desde los balcones. Todas ellas esperaban, y quizás esperan aún, que los hombres les eyaculen palabras al oído. Las chicas de Flores estaban desesperadas de amor. Pero no tenían el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo a todos los hombres que pasaban por la vereda. Oliverio fue fiel a su verdad. Por eso fue quien fue. Porque pensaba que ningún prejuicio es más ridículo que el prejuicio de lo sublime.
L.
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