Desde un sentido práctico y vulgar se nos quiere convencer que no hay belleza en el mundo, que todo es una pura mierda, que mejor adaptarnos a la evidencia y convertirnos todos en una pura mierda. De tal modo podríamos ser parte de un sistema de vida que privilegia el consumo, el entretenimiento vacuo y la resignación como formas excluyentes y definitivas de pasar la vida. Pero basta abrir los ojos así sea una única vez para comprobar que la belleza existe, que asoma invencible como diosa entre las grietas y nos interpela a cada instante. Depende de cada uno decidir qué hacer con ella.
L.
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