domingo, 3 de febrero de 2013

A puertas cerradas


El amor brilla más fuerte a puertas cerradas y en la más oscura oscuridad. Brilla en tales circunstancias tanto mejor que en otras. Sin moros ni coros en la costa. Cuando se acuesta en camas invisibles y aún así. Cuando no hay música bajo el colchón. Cuando ni la lluvia hace falta. Ni los poemas. Ni la vitamina C. El amor se demuestra más en el tedio que en los festivales. Más en los diques de agua estancada que en el agua que fluye. Cualquiera se enamora a orillas de un mar helado. Cualquiera lo hace con la mayor facilidad. Pero qué difícil es amar sin cantos ajenos, sin fantasías, amar a una persona en sí misma. Esa cosa que nunca es la cosa sino una ola de raras emociones y, sobre todo, de afinidad. El amor brilla mejor en la puerca y refinada afinidad. Cuando cierra todas las puertas con llaves que luego se tragarán como apretados nudos del mudo paraíso.
L.

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