jueves, 7 de febrero de 2013

¿Adiós al blog?


Ya tocamos el asunto en este espacio. El formato blog, que hace algunos años era lo más moderno del mundo, parece hoy una rémora desecha de algo totalmente obsoleto y agotado. El esfuerzo que hacemos los que aún apostamos a esta suerte de libreta de notas, no muy diferente a las libretas y cuadernos que usaron Kafka o Flaubert, va perdiendo lectores e incluso autores. Los blogueros se cansan y abandonan la cancha. ¿Para pasarse adónde? Naturalmente a Facebook donde la fiesta no acaba nunca. Ahí hay mucha gente, muchos contactos, posibles amores y fotos divertidas. Es cierto que en FB casi nadie escribe. Esto último es notable. No hay casi palabras en esa red. Sólo fotos y muchos signos de admiración. A lo sumo se ve un lenguaje demasiado parecido a los mensajes de texto que parecen escritos en un ambiente de hordas primitivas. Espero que nadie se enoje al leer estas líneas apuradas. El pensamiento se va construyendo en la escritura misma. Una  reconocida autora paulista, en realidad una argentina que vive en Sao Paulo, me dice que para ella era más cómodo leerme en Facebook por donde pasé un par de veces para retirarme, creo, definitivamente. De alguna manera me estaba diciendo que ella, como todos los que participan de las redes de última generación, prefiere no salir de la burbuja. Ahí se siente bien. Afuera es la intemperie. Y los blogs son parte ahora de esa intemperie. Suspendelviaje, sin ir más lejos, perdió cerca de cien lectores en los últimos meses. Eso, que podría ser una mala noticia, lo vivimos acá con cierto grado de jactancia. Si hay menos lectores es porque vamos bien, nos decimos. Lo masivo es vulgar. Caemos sin querer en cierto elitismo comprensible para los actuales momentos. El blog pasa a ser un refugio íntimo, medio inútil, hasta ridículo a veces, pero refugio al fin. Algunos lo utilizan como confesionario o también catarsis. Acá le escapamos a eso. Pero en fin. En el caso de que los blogs se acaben no seremos excepción y nos iremos con la música a otra parte. ¿A qué parte? Seguramente al viejo papel o a la pantalla en blanco y sin acceso al público, escribiendo, como quería Pizarnik, sin para qué ni para quién.
L.

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