Un poema, un cuento, una novela, un ensayo, un mail o un posteo de blog deberían tener música. Si la divina melodía está presente el resto misteriosamente funciona y canta. Si la música falta, en cambio, por mejores que sean las intenciones o las ideas expuestas todo misteriosamente cae. Es difícil argumentar lo que se acaba de decir. Pero así es. Los cuentos de Julio Cortázar son musicales y eso los vuelve efectivos. También los relatos de Marguerite Yourcenar tienen una resonancia mágica. Las narraciones de Julio Ramón Ribeyro carecen de música o ritmo y eso conspira contra su lectura. Raramente importa el qué. Solamente importa el cómo, es decir, la forma o la aritmética discursiva. Pero tanto en la forma como en la vida no debería faltar música. Y si es buena mejor.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario