sábado, 1 de febrero de 2014

Onetti

Acabo de saber que en mayo de este año se cumplen veinte años de la muerte en Madrid del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti. El dato resulta intrascendente para sus lectores enfermizos, me cuento entre ellos, y para la cultura en general. Si lo escribo acá es porque sé que a la gente, a los periodistas y, más en general, a los adictos a Facebook y demás drogas modernas les encantan los aniversarios. Así que ya saben. En mayo podrán recordar a Onetti, recomendar sus libros, citar tal o cual frase con un recuadro especial y poner manitos levantadas por doquier. No hay mucho que decir de Juan Carlos Onetti más allá de sus cuentos y novelas. Lo poco que se ha dicho en las biografías fue deliberadamente confundido por el principal protagonista. Cuatro matrimonios, amantes varias, oscilación constante entre el mundo prostibulario y el detestado ambiente intelectual, idas y vueltas entre Montevideo y Buenos Aires, admiración por la pureza no tan casta de las muchachas, una casi obsesión por el efecto del tiempo en las almas y los cuerpos, una cierta lealtad en la vida y en la obra. Onetti no engañó a nadie. Fue siempre él mismo. Su escritura no era optimista como se estila ahora. Una estudiante de Berkeley, obligada como el resto de sus compañeros a leer a Onetti como parte de la cursada, se quejó ante las autoridades diciendo en una carta lo que sigue. Onetti nos destroza, nos hace llorar, nos pone tristes. La lectura de Onetti fue naturalmente prohibida en las aulas de Berkeley y los felices siguieron siéndolo hasta el fin. Lo siento pero no voy a intentar definiciones, no voy a hacer un perfil académico y mucho menos una biografía. Esto es un blog y no una enciclopedia universal. En mayo se cumplen veinte años de la muerte de Juan Carlos Onetti. Eso no le importa a nadie y menos a mí. Una sola cosa quiero decir. Si alguien quiere tener una idea aproximada de la condición humana, y, ya que estamos, de algo llamado literatura, por favor, lea nomás El pozo, la primera novela de Onetti, publicada inicialmente en 1939. Después de eso el lector quedará destrozado, se pondrá a llorar y acabará muy triste. Pero habrá nacido, quizás, por primera vez.
L.  

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