Hay rutinas amadas, necesarias, infaltables en días como hoy. Bastaría pensar en las olas, el mar siempre monótono, el océano azul que siempre recomienza. El viento con la misma y vieja música de las ramas, los besos tan repetidos que nunca alcanzan a llenar las bocas, algunos libros que dicen siempre lo mismo y nunca son iguales, cada mañana, cada noche, cada muerte o nacimiento, cada encuentro de los cuerpos reinventa y evoca el jardín del Edén. Bellas y necesarias rutinas. ¿Por qué cambiar lo hermoso si es hermoso? ¿Acaso el cambio por el cambio mismo ofrece alguna virtud? Al contrario. Cualquier cambio hiere al corazón.
L.
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