miércoles, 9 de abril de 2014
Neruda y la vecina
Cuando vivía en La Sebastiana, su casa de Valparaíso, Pablo Neruda engañaba a sus amigos con la historia real o inventada de que todas las mañanas una atractiva vecina tomaba sol desnuda en la terraza visible desde uno de los patios del segundo piso. Los amigos del poeta aguardaban el milagro pero, qué pena, la mujer real o imaginaria jamás aparecía. Es así. Un cuerpo desnudo atrae siempre por razones indescifrables. Y si ese cuerpo corresponde a la persona amada atrae el doble incluso en la rutina más rutinaria y cotidiana. La esperanza y el misterio de la desnudez permanece en el tiempo. Habrá que subir las escaleras de La Sebastiana, y, con paciencia infinita, esperar que la vecina imposible brille bajo el sol.
L.
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