Los personajes de Chéjov (1860-1904) no son grandes personajes. Son mujeres y hombres triviales que sin embargo padecen esa trivialidad. El escritor solía decir que sus criaturas no eran muy diferentes a la gente común. ¿Y cómo es la gente común? Chéjov se limitó a decir una vez que lo único que hace la gente es comer y decir tonterías. La mayoría no recita poemas, no protagoniza actos heroicos, no se arroja a un abismo. Come y habla todo el día (y eso que entonces, siglo XIX, no había celulares). En las obras de Chéjov la gente se aburre, mira llover por la ventana, se enamora por un tiempo y después se desenamora. Algunos valientes intentan cambiar algo del entorno pero pronto se arrepienten. Otros tienen brotes de piedad y espíritu salvaje que duran poco. Decía el escritor que en literatura y arte dramático es importante que la gente entre y salga, coma y hable del tiempo, juegue a las cartas, copule, que todo sea tan complicado y al mismo tiempo tan sencillo como en la vida. La gente come -insistía- no hace otra cosa que comer. Pero mientras tanto va forjando su destino dichoso o destruyendo, también, su vida.
L.
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