Escribo en el blog sin mirar al costado. Tampoco hacia arriba o hacia atrás o hacia abajo. Mucho menos hacia adelante. Escribo mirando apenas las palabras que van haciendo fila, una tras otra, dándose a veces la mano, escondiéndose, golpeándose, anulándose entre sí. No miro ni siquiera hacia adentro. Permanezco atento apenas al encadenamiento azaroso de frases que sin querer van armando un discurso extraño, una especie de secreto que se devela en el acto mismo de ocultarse. Escribo en el blog sin esperar posibles lectores, amigos, enemigos que denuncian contenidos ofensivos o amorosos. El blog convertido de pronto en un tren que ciegamente avanza en medio del campo o de la selva sin importarle nada más que los vagones haciendo fila, uno tras otro, dándose a veces la mano, escondiéndose, anulándose entre sí hasta llegar a la estación o hasta caer en el abismo. Sin mirar al costado. Como corresponde.
L.
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