Da gracia la gente que cree saberlo todo. Gente de cemento armado que rechaza por principio lo que se aparta de la lógica, del sentido establecido, de las verdades eternas. Esas personas ni siquiera pueden leer un cuento fantástico, o un poema, sin poner mala cara. Todo lo que va más allá de la etiqueta y la estructura les parece burdo, engañoso, inaceptable, inmoral. Pero la verdad verdadera es lo contrario, es decir, que no sabemos casi nada acerca del mundo. Casi nadie conoce el mecanismo que genera la luz solar de la cual depende la vida de todos nosotros. O la gravedad que nos ata a la Tierra y que de otra forma nos lanzaría al espacio. A excepción de los niños -que no saben lo suficiente como para no preguntarse asuntos importantes- pocos de nosotros dudamos sobre algo. Hay un solo dato que alcanzaría para cerrar la idea. Casi un ochenta por ciento del universo está compuesto de algo llamado materia oscura. Ningún científico sabe de qué está compuesta aunque los astrónomos saben que está ahí. Pero el dato no alcanzaría para conmover a la gente que cree saberlo todo. Gente que sonríe satisfecha, que nunca se angustia y que jamás (jamás) se pregunta nada sobre nada.
L.
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