En uno de sus ensayos menos leídos, Por una degradación general de la vida erótica, Sigmund Freud sostiene que para poder tener trato físico con una mujer el hombre debe degradarla en parte. Debe renunciar a idealizarla ya sea como madre ya sea como santa ya sea como espíritu supremo. Se entiende. Ningún sujeto mínimamente razonable se acostaría, digamos, con la virgen María o alguna divinidad similar. El planteo es interesante en sí mismo y también en su aplicación a otros ámbitos de la vida. La creación literaria es uno de ellos. Quien se proponga escribir en serio debe degradar en parte el a veces endiosado universo literario. No respetarlo tanto, degradarlo en parte, considerado como un oficio cotidiano, casi banal, y no como un santuario. De ese modo el difícil arte de escribir tomará cuerpo, olor, figura. Visto en cambio como una suerte de iluminación mística jamás la palabra, como la mujer para el hombre o el hombre para la mujer, llegará a convertirse en acto. Y de esto último, justamente, se trata el doble ejercicio de amar y escribir.
L.
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