lunes, 27 de octubre de 2014

Querido diario II

Los diarios íntimos no están de moda. Eran más frecuentes cien o doscientos años atrás. Ahora las intimidades se vuelcan en las redes sociales. También en blogs y libros confesionales a la manera de memorias. Dicen que los diarios personales son cosa de mujeres. Es posible. Los hombres somos, en casi todo, hacia afuera. Y las mujeres son, en casi todo, hacia adentro. Componer un diario íntimo es dibujar un mapa virtual de la vida interior. En tal caso los textos clandestinos probarían la doble vida del autor, hombre o mujer. ¿Y quién no la tiene así sea en sueños? El diario íntimo puede ser visto además como un prodigio de hipocresía, chismes y banalidades. O como un género narrativo. O como una apuesta al futuro posible que algunos llaman posteridad. Se lo podría considerar, por último, como un depósito de desechos, fascinante y peligroso a la vez. Los mejores diarios íntimos fueron escritos por Kafka y Fernando Pessoa, este último bajo el seudónimo, o heterónimo, de Bernardo Soares. El de Alejandra Pizarnik, desparejo a veces, tampoco es desechable. Ningún diario íntimo es totalmente íntimo. Es un texto literario más donde la presencia constante del yo confunde un poco. Grandes obras de la literatura universal nacieron, curiosamente, con ese formato. Se habla a veces del diario íntimo como de un desnudamiento público o semi-público. Es más bien al revés. El autor empieza a escribir desnudo (vacío) y termina su obra casi completamente vestido.  
L.

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