En Psicología de las masas Freud sostiene que ninguna persona, hombre o mujer, soporta una aproximación demasiado próxima a los demás. Para aclarar mejor la idea el fundador del psicoanálisis evoca la célebre parábola de los puercoespines ateridos de frío. El ejemplo sería más o menos así. En un crudo día invernal los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para darse calor entre sí. Al hacerlo, como era previsible, se hirieron recíprocamente con sus púas y eso los obligó con urgencia a separarse. El frío continuaba y entonces volvieron a juntarse con iguales consecuencias. Púas, dolor, olor intolerable. Por fin los animalitos encontraron una distancia media, óptima, en la que los males fueron mitigados, es decir, el frío, el olor, la cercanía excesiva y el dolor generado por las púas. De la fábula se desprende una consecuencia digna de ser analizada. Casi todas las relaciones afectivas íntimas de alguna duración entre dos personas -el matrimonio, la amistad, el amor paterno, el filial, etcétera- dejan un depósito de sentimientos hostiles que precisa, para ser conjurado, un cierto alejamiento que nunca es total. Se trataría apenas de dar, como los puercoespines, con la distancia justa y necesaria para convivir en paz. Lo primero es no dañar.
L.
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