jueves, 31 de marzo de 2011

Nuevo auspicio para el concurso


El prestigioso mensuario de cultura y psicología Campo Grupal acaba de sumarse a la lista de auspiciantes del segundo concurso literario de Suspendelviaje. Mientras llegan los primeros textos en respuesta a la convocatoria el certamen crece en prestigio y difusión. Los textos del ganador y de los cinco finalistas serán publicados por este blog pero también, ahora, por el periódico mencionado. La revista Campo Grupal se vende y difunde en casi todo el país y también en naciones limítrofes. La iniciativa es asimismo respaldada por la editorial Capital Intelectual que proveerá libros de alta calidad para los ganadores. Los interesados en participar lean aquí nomás, a la derecha del post, las bases detalladas del nuevo concurso.
L.

¿Adiós a los cuerpos?


El parloteo virtual, las redes sociales, los mails interminables, las cadenas, los sms, los msn, los tkm, los pps... ¿Se acabaron los cuerpos? Sí. Se acabaron. Los amantes se muestran reticentes al contacto real. La piel es un papel. Los amigos lo son ya sin encontrarse. Desaparecieron los olores, los sudores, los abrazos, los pies desnudos, las manos manos, esa estupidez de mirarse a los ojos o conversar cara a cara. Ni siquiera el problema es el sexo o la amistad. El problema es la invisibilidad de miles y millones de seres. Perdieron el cuerpo. Se volatilizaron en vibraciones de celulares, velos y todo tipo de prótesis electrónicas. No hay modelo vivo en los talleres de arte. Sólo naturalezas muertas. Y a veces ni eso.
L.

Qué hacer


Conozco a un montón de gente que no sabe qué hacer con su vida. El origen del problema es la falta de tema. Cuando uno carece de pasiones, entusiasmos, producciones de lo que sea, bueno, se busca amantes, desespera, ve horribles películas en cine, come porquerías, piensa en viajar a cualquier lado, toma pastillas, se emborracha, come la rica ensalada que Freud llamó sustituciones. Todo empieza a funcionar, en cambio, cuando hay tema. La vida se organiza y ni siquiera importan las tragedias personales. Hasta los tragos amargos se vuelven más tragables si hay tema. No digo muchos. Al menos uno. Pero, más allá de todo, con la vida no hay que hacer nada. Alcanza con entregarse a ella como a una novia. O como a una amante de paso a la que no se le pregunta nada.
L.

Hacer el amor da trabajo


En un cuento clásico (La fornicación es un pájaro libre) Abelardo Castillo dice que en el pasado la frase hacer el amor significaba una cosa distinta a la de hoy. No dice qué. Otra cosa. Bender, protagonista del relato, ahonda en la idea. Hablé poco y forniqué mucho –dice-. Pero nunca hice el amor. Puticé, fifé, rompí, serruché…Pero nunca hice el amor con nadie y a nadie. Algunas líneas más adelante Bender o como se llame profundiza en la cuestión. El amor no puede hacerse en unas horas ni en semanas. Se tarda años. Hay hombres y mujeres que mueren sin haberlo hecho, sin saber cómo se hace. Hay chicas y chicos a los que asesinaron sin haberles dejado levantar una sola viga ni abrir una sola ventana (pensemos en los 30 mil jóvenes desaparecidos bajo la dictadura); sin darles tiempo a reunir los materiales para hacer el amor. Y finalmente, como en un rezo, dice Bender. Hacer el amor, armarlo, levantarlo piedra sobre piedra, arco a arco, columna a columna, es desafiar nuevamente a Dios. Y construir una pequeña flor -se podría añadir citando otro texto de Abelardo- es un trabajo de siglos.
L.

Cinco minutos antes

miércoles, 30 de marzo de 2011

Un alegre pesimismo


Pienso a veces que la gente está desesperada. Todos o casi todos viven en estado crítico. En el borde. Pero lo disimulan con gran habilidad. Eso sí. No dicen que están angustiados o se quieren matar. Dicen que están muy felices y algunos me acusan de ser oscuro en el blog, negro casi, y de no valorar las cosas lindas de la vida. No voy a hablar de eso porque sería perder el hilo. Freud se definía a sí mismo como un pesimista alegre. Me parece buena imagen y voy a adoptarla para mí. Antiguos navegantes tenían una frase gloriosa: navegar es necesario / vivir no es necesario. Quiero para mí el espíritu de esa frase ajustada en su forma a lo que soy. Vivir no es necesario / lo necesario es crear. No lo digo yo. Lo ha dicho Fernando Pessoa hace mucho tiempo. Pero está muy bien. Pesimismo alegre. Crear y construir sin esperanza ni desesperación.
L. 

La razón de mi silencio

Reescribir la vida


La vida no está escrita. La de nadie. Todo puede escribirse aún. La vida tampoco está leída. Ni bien ni mal. No está leída. Al igual que los textos clásicos, los días de todos y cada cual admiten infinitas lecturas e inscripciones. Eso significa que la existencia -la de ayer, la de hoy y de mañana- puede ser reescrita y releída tantas veces como sea necesario. Y quien no la relee (y quien no la reescribe) está condenado a leer y escribir siempre la misma historia.
L.  

Derribando mitos


No es cierto que no podamos bañarnos hasta dos horas después de comer. Tampoco está demostrado que las embarazadas no puedan hacer el amor. No es verdad que haya que echar aceite al agua hirviendo para que los fideos no se peguen. No se ha comprobado que la mezcla de sandía y vino resulte fatal. Tampoco es totalmente cierto que el cerdo caliente acompañado de cerveza fría provoque la muerte. No hay relación entre el corte de pelo y las fases de la luna. No hay brujas. El hombre llegó a la luna de verdad. Yabrán está muerto de verdad. No es posible hacer daños a distancia. No se ha comprobado que correr haga bien a la salud (sí caminar). Afeitarse no acelera el crecimiento de la barba. Comer zanahoria no es beneficioso para la vista. Si el agua dice que te mojará, créele. Si la piedra dice que caerá, créele. Si tu novia o novio te promete amor eterno... no le creas. No es una ley de la naturaleza.
L.

Amores que no se repiten


El facebook y demás redes sociales trajeron la supuesta posibilidad de recuperar amigos y amores del pasado. Mentira. No vuelve nada del pasado. Nada. Se pueden hacer intentos de amable reconstruccion pero, por lo general, no resultan. El lindo recuerdo que nos queda de un viejo amigo, el aroma de jazmines o tomates en el pelo de una novia, todo eso tan encantador, es apenas una suma confusa de imágenes, olores y sonidos que se pierden en lo cotidiano. ¿Para qué volver a lo que no está? ¿Para qué chocar de nuevo con la misma pared? Mejor mantener los vínculos actuales y permanecer abierto, claro, a los nuevos. Pero raramente estos últimos llegan mediante fotos de seguidores o manitos levantadas.
L.

Invisibles del blog


Doscientos visitantes diarios en el blog y sólo tres o a lo sumo cinco comentarios al pie de los posteos. ¿Qué está pasando? Ya sé. Los textos son malos. Están mal escritos. Son groseros. Mal pensados y peor hilvanados. No acertamos con el gusto de nuestros lectores. Nos volvemos pesados, aburridos, reiterativos. Perdimos el poder de creación. No estamos a la altura de los tiempos. No logramos que nadie se identifique con nuestras preocupaciones, alegrías y angustias. Demasiadas fotos de chicas desnudas. Algo de todo esto debe tener la culpa de que entren, por ejemplo, treinta españoles, y casi ninguno de ellos recuerde al menos que fue un tal Colón el primero en visitarnos y que, al hacerlo, navegó con sus adelantados (o retrasados) en Suspendelviaje y dijo ¡Truanes! ¿Dónde está el oro?
L.

martes, 29 de marzo de 2011

Mirar hacia adentro


Cuando iba a yoga en un local de Hare Krishna el instructor nos pedía que cerráramos los ojos y miráramos hacia adentro. Yo lo hacía aún desde el descreimiento total. Pero lo hacía. Cerraba los ojos y buscaba algo en medio de la confusión. Pero todo se veía oscuro, es decir, yo no veía nada en el supuesto adentro. El ejercicio resultaba absurdo. Recordé a Jean Paul Sartre cuando decía que por dentro las personas somos como queso derretido, o sea, nada. Solamente a través del lenguaje y la acción podíamos empezar a ser humanos. No fue difícil concluir que lo de adentro está afuera. Pero para darse cuenta de eso, claro, hay que tener un mínimo de vida interior.
L.

Mirar hacia atrás



Mirar hacia atrás, recordar, es una forma singular de la invención y el entendimiento. Es, también, una recuperación necesaria de la historia que nos constituye como humanos y ya no tanto como piedras, pelos, repeticiones. Siendo así las cosas habría que ver si -como dice un lugar demasiado común- la memoria garantiza que el pasado trágico, doloroso o traumático no vuelva a repetirse. Hay pruebas suficientes en contrario. La idea del eterno retorno parece cumplirse con o sin memoria. El recuerdo, además, es un ejercicio activo y creador. No se trata de evocar por nostalgia o, peor, suponiendo que todo tiempo pasado fue mejor. No es así. Hay, sin embargo, cierta rutina inevitable y hasta bienvenida en el puro presente de existir. Pero cuidado. Hay que trabajar ocho horas y dormir ocho horas -advierte Woody Allen-. Pero no las mismas.
L.

Mirar hacia adelante


Parece que la onda es mirar hacia adelante. Nada más que hacia adelante. Como los automovilistas de la autopista del sur. Jamás hacia el costado o hacia abajo. Mucho menos hacia arriba. Entiendo que a veces uno ve a una mujer y la mira bien adelante. Y eso está bien. También comprendo a un maquinista de tren o a un peatón. Pero todas las veces que intenté mirar hacia adelante, hacia el futuro, el porvenir, la utopía, etcétera, la verdad verdadera es que no vi nada. Nada pero lo que se dice nada. ¿Por qué no mirar un poco hacia atrás? No digo por atrás para que nadie piense mal...Aunque podría decirlo. Pero mirar al frente, algo propio de los alumnos de viejas y disciplinadas escuelas...no siempre es recomendable. Hasta puede resultar peligroso. Se atribuye a un ex presidente latinoamericano del siglo pasado haber dicho una frase singular. Estábamos al borde del abismo y dimos un paso hacia adelante.
L.

La ley de la calle

¿El blog es un diario íntimo?


No debería serlo al menos de la manera clásica. No como una colección sumaria de nimiedades y sensaciones que no le importan a nadie (amo, no amo, qué bien jugó Riquelme, tuve insomnio, no comí, compré vino, tengo sueño) tan parecidas a las conversaciones por celular que escucho en el colectivo. No es la idea. La intimidad no debería ser un espectáculo. ¿Qué es el blog entonces? Quizás una producción constante de algo. De mí mismo. Un registro elaborado de observaciones. Un grito mudo del espíritu. Compartir en parte la angustia y la delicia de estar vivo. ¿Y hacerlo para qué? Para nada. Por la misma razón que un hombre se asoma en el andén, impaciente, para ver si viene el subte. Con ese gesto no logra que los trenes marchen a más velocidad. Pero se alivia un poco. Un blog es asomarse, a veces peligrosamente, para ver si viene el subte. Y el subte no viene, claro. ¿Pero eso qué importa?

lunes, 28 de marzo de 2011

Sin para qué ni para quién


Lo mejor sería actuar sin intención. ¿Es posible? Habría que probar. Sin intención. Es más. Toda obra humana debería prescindir de razones y destinatarios. Vivir sin para qué ni para quién. Avanzar a ciegas por un camino que se ignora. Descubrir, en fin, que lo que se piensa no es en modo alguno tan importante como decirlo, escribirlo o ejecutarlo. Por delicadeza perdí mi vida, decía Rimbaud.
L.

Enamorarse después


No es cierto que uno se enamore de alguien al principio. Eso es un invento de las novelas, las películas, las madres y las canciones de Maná. Uno se enamora después. Más o menos pasando la mitad. ¿La mitad de qué? No importa. Cualquier mitad. No podemos enamorarnos de alguien que no conocemos. Y no podemos conocer a una persona en el primer día aunque tengamos sexo y afinidades. Conocemos después. Nos enamoramos después. Así es la cosa.
L.

Vivir sin periodismo

Para saber lo que pasa no hacen falta periodistas. Lo digo porque fui periodista desde siempre y sólo pude enterarme bien de algo cuando pasé del otro lado, es decir, cuando empecé a vivir. Eso ya lo había experimentado en la militancia juvenil, de izquierda, y volví a sentirlo en 2001 participando en la asamblea barrial de Almagro. Nada de lo que importaba entonces, al igual que ahora, aparecía en los medios. Y si aparecía estaba por completo deformado. Días atrás los diarios Clarín y La Nación (dos grandes empresas monopólicas) no informaron adecuadamente sobre la marcha del 24 de marzo. Dije mal. No sólo no informaron. Deformaron, negaron, no dijeron, ocultaron. Pero como fui a la marcha pude saber qué pasó ahí con mucho detalle, sin televisión ni radio ni diarios ni Internet. Lo que vi en ese acto no salió ni siquiera en Página 12. Al día siguiente asistí a un concierto de protesta de las orquestas del Colón. Se hizo en el salón de actos de la facultad de Derecho, asistieron más de cinco mil personas y el espectáculo, además de maravilloso como ofrenda artística, se convirtió en un acto político impresionante contra el neoliberalismo macrista. Y así con todo. Aprendí a caminar caminando. Y aprendí a leer leyendo (y no con suplementos culturales). De igual modo aprendí a escribir escribiendo que es la mejor escuela imaginable. Hay vida después del periodismo. La vida, dice Kundera, está siempre en otra parte.
L.  

La doble vida de Verónica

Maquinarias de la alegría I


Se está acabando eso de conocer novia o novio en la barra de un bar, en el gimnasio, la calle, una fiesta o la facultad. Tampoco en el colectivo dado que los amantes eventuales están con los oídos tapados por el ipod o el celular. ¿Dónde entonces? La respuesta es conocida. Las parejas se conocen vía Internet. Un estudio reciente de la universidad de Oxford lo confirma. El 34 por ciento de la gente ha probado conocer a alguien por ese medio, un 29,8 encontró lo que buscaba (o algo parecido) y un 14,7 por ciento todavía mantenía la búsqueda cuando se hizo la encuesta. El informe se elaboró entrevistando a 25.200 personas de 17 países. Los foros informáticos se están convirtiendo en la escena nocturna de estos días. Es un punto de encuentro cibernético (no una esquina) donde la gente comparte pensamientos íntimos e incluso sexuales. Hay muchas frustraciones, claro, porque la mayoría de los perfiles son falsos. Las caras son retocadas por photoshop y hasta los sexos declarados suelen no coincidir con lo esperado, al igual que edades y gustos. Esto último, sin embargo, no debería preocupar. En los encuentros cara a cara de los tiempos arcaicos solía ocurrir lo mismo. Somos miles de millones pero nadie conoce a nadie, decía Ray Bradbury. Por suerte ahora estamos comunicados.
L.

Maquinarias de la alegría II


Cuatro muertos y más de 200 heridos fue el saldo del reciente choque de trenes en San Miguel. La causa de lo que pudo ser una tragedia mayor es moderna. El maquinista estaba ocupado enviando sms a sus amigos. Los accidentes automovilísticos y de transporte público facilitados por los teléfonos celulares crecen de manera exponencial. También la cantidad de aparatos. Hay cuatro mil seiscientos millones de teléfonos móviles en el planeta. Según una encuesta preparada por Mobile World la cifra supera a la mitad de la población mundial. Se adquieren alrededor de mil nuevas líneas por minuto. Un 65 por ciento de los celulares serán vendidos próximamente en las regiones más pobres y castigadas de la tierra. La venta con destino a chicos de 6 a 11 años creció en la Argentina ocho veces en el último tiempo. Telefónica de España se dispone a lanzar una línea de móviles con sólo cuatro letras para niños que aún no saben leer. Choques, separaciones, imposibilidad de ir al cine, al teatro o dar clases. Ahora, por suerte, estamos comunicados.
L.

domingo, 27 de marzo de 2011

Para qué escribir

Escribir para saber qué escribiríamos si escribiésemos (Marguerite Duras). Escribir con todo el cuerpo. Escribir para ver cómo se muere una mosca. Escribir para no perdernos en lo cotidiano. Escribir porque todos moriremos. Escribir para no tener que salir del cuarto. Escribir en idiomas perdidos y olvidados. Escribir para volver a casa.
L.

Sexo prepago


En Colombia llaman prepago a las putas finas, es decir, a chicas universitarias con buen poder adquisitivo que se prostituyen para darse ciertos lujos. Con ese objetivo tienen sexo o algo parecido con altos ejecutivos, extranjeros, narcotraficantes y demás. Acabo de leer un extenso reportaje a una prepago que dice llamarse Paola. La nota apareció en una edición reciente de la revista Soho. La joven, cuyo cuerpo en las fotos resulta admirable por más de un motivo, cuenta detalles de su trabajo. Entre otras cosas dice que llegó a acostarse con tres hombres a la vez y que algunos sólo pueden acabar si ella les orina encima. Desde su experiencia critica a los varones porque, dice, "centran toda su atención en que se les pare y meterla". Añade que eso está claramente influenciado por la pornografía y que "no hay nada más lejos del buen sexo, al menos para las mujeres, que reducir todo a esa función". Al finalizar se le pregunta si alguna vez se enamoró de un cliente. Paola admite que con algunos hombres se siente mejor que con otros. Pero no se confunde. "El hombre para mí es una fuente de trabajo", resume. Cerré la revista y me quedé pensando un rato en la cuestión. Recapitulemos. Paola, universitaria, divina, sensual, inteligente, etcétera. Entrega las mejores horas de su vida a una actividad sin alma. No la juzgo por eso. Tendrá sus razones. Pero qué triste. Pero qué lindo sería que las cosas (esas y tantas otras) fueran diferentes.
L.

sábado, 26 de marzo de 2011

Mar de lejos


Esas ganas que se tienen de estar lejos. Cerca del mar, por ejemplo. En una playa desierta y ventosa y lejana. Esas ganas que se sienten a veces de dejar todo y largarse. Una canción habla de eso. Dejar todo y largarse. Qué maravilla. Y llegar en pocas horas. Y quedarse hasta el amanecer viendo las olas y la rara oscilación de la marea. Quizás barcos o caracoles o una rosa verde como las de Brasil. El olor del mar y la distancia y la espuma como leche derramada. Esa ilusión de salvarse a través de un movimiento. Y la certeza, qué pena, de saber que no hay salvación ni allá ni acá ni en ningún lado. Porque el mar, el que de veras se busca, está siempre y siempre en otra parte.
L.

Vida en blog


Sostener un blog es sostenerse. Aguantar ataques justos o injustos, equivocarse, rectificar, cansarse, tener ganas de mandar todo a la mierda, calmarse, insistir alocadamente en algo o en alguien. Sostener un blog es, sobre todo, insistir. ¿Insistir en qué? No importa en qué. Es como una religión sin dios. Se encienden velas por el sólo placer de agujerear la oscuridad. Es como regar una planta sin saber por qué. O como izar una bandera que no llegará al tope. Sostener un blog es un acto gratuito y tristemente optimista, es decir, algo demasiado parecido a la vida. Una obsesión. Hay que aprender (dice el poeta) ni a irse ni a quedarse. A resistir.
L.

viernes, 25 de marzo de 2011

Amores difíciles


Los amores difíciles sirven para algo. En nuestro caso para escribir un texto (disparado por esa idea ambigua) y participar del segundo concurso literario de Suspendelviaje. El certamen está auspiciado oficialmente por la editorial Capital Intelectual. Habrá finalistas, ganadores y premios. Están llegando los primeros textos a nuestras casillas de correo y todo tipo de consultas. Aquí al lado los interesados en subir al tren pueden leer detalles de la convocatoria. Hay plazo de entrega hasta el primer día de mayo.
L.

Cuando escriban la vida los buenos

Futuros amantes

Una palabra

El fin de la escritura


El título del post da lugar a por lo menos dos preguntas. ¿Se acaba la escritura como herramienta de uso común? ¿El buen uso del lenguaje tiene un fin determinado? Encargué a mis alumnos de periodismo (alrededor de cien entre dos escuelas) un ejercicio simple. Debían entrevistar a un compañero y escribir luego una síntesis de esa conversación. Los resultados fueron desalentadores. Salvo raras excepciones las frases no tienen consecuencia. El pronombre o nexo copulativo que es escrito q siguiendo el estilo del mensajito de celular o el chat. Los textos están llenos de jajajaja, !!!!!!, ???? y otros signos clásicos de la prosa digital. Es habitual en los trabajos recibidos la cansadora repetición de palabras, el abuso de lugares comunes (los jóvenes hablan como abuelitos), la imposibilidad que tienen para decir cosas muy simples como hace frío, quiero viajar o tengo hambre, en fin, no sé qué más decir. Sé que el hecho de estar dotados de lenguaje nos diferencia de los animales. Sé también que la escritura es más pobre pero más clara que la vida (Kafka). Sé que a partir de dominar la escritura puedo entender mínimamente lo que pasa y me pasa. Escribo porque no entiendo, admitía Lispector. ¿Voy a decirles estas cosas inútiles y anacrónicas a mis alumnos? ¿Voy a ponerme apocalíptico y despedirme para siempre de las palabras? ¿Acaso no podemos prescindir de ellas y de casi todo lo demás? ¿Acaso necesitamos a Mozart, los Beatles, Van Gogh, Cortázar, Neruda o el Indio Solari para seguir viviendo? La respuesta es triste pero cierta. Podemos vivir sin todo eso como lo hacen los perros, las arañas y los búfalos. ¿Que la vida sería en tal caso más pobre? Lo sería. ¿Que volveríamos a un estadio previo al de las cavernas? También es verdad. ¿Pero eso a quien le importa? Vamos a suponer que se acaba la lengua escrita para siempre. ¿Empezará algo a cambio? ¿Habrá remplazo? ¿No es buen tema para un blog?
L.

jueves, 24 de marzo de 2011

25 de marzo


Quizás recordar no consista en eso. Quizás lo que importe sea colocarse afuera del tiempo, de hoy, por ejemplo, y ver en la calle o en la plaza, justamente ahí donde iba a producirse la supuesta evocación, el estallido nuevo de la vida nueva, el pueblo hasta ayer aplastado que vuelve a reproducirse como hierbas del jardín talado. Sentir que los torturadores y asesinos fracasaron en su intento. Ver que de los cuerpos destrozados vuelve a nacer la sangre, la luz, el flujo, el esperma, las ganas de no confundir el veneno con el aroma de las flores de verdad. Quizás recordar sea mucho más que eso.
L.

Día del olvido


Hoy se celebra en la Argentina una jornada nacional favorable al olvido total y completo. Por eso hay tanta gente en la playa. Nada mejor que el mar para olvidar un amor, un dolor, un abandono y, por qué no, un crimen de lesa humanidad. La enfermedad de Funes era el recuerdo. La curación de Funes es el olvido. No es difícil. Basta prender la televisión o llamar a alguien por teléfono. Tomar cerveza negra en un barcito de Palermo. Escuchar una banda inglesa de los ochenta. Emborracharse. Pedir una suite con piscina en un albergue transitorio de Recoleta o escuchar a Plácido Domingo en el Obelisco. Hay muchas maneras de olvidar y una sola de recordar. Pero, qué pena, hasta en el paraíso hay mosquitos. Y llegan como siempre, zumbones y molestos, a traernos indeseados recuerdos del infierno.
L.

No sé si estás despierta


Este tema fue dedicado por Luis Alberto Spinetta a Ludmila, una joven secuestrada y desaparecida bajo la última dictadura militar (1976-1983).

Un fin de semana largo y reparador


Alrededor de veinte mil o treinta mil jóvenes valientes y hermosos dieron su vida, hace treinta y cinco años, para que los argentinos pudiéramos disfrutar ahora de un fin de semana largo y reparador. Demos gracias a ese esfuerzo de bondad inigualable. La mayoría no había cumplido aún veinte años. Algunas chicas estaban embarazadas o estudiaban algo en la facultad. Entre ellos había también poetas, científicos, obreros con mucha experiencia. No faltaban en la red solidaria algunos militantes políticos deseosos de cambiar el mundo injusto en que vivían. El milagro es que todos ellos se dejaron secuestrar y encapuchar, torturar hasta desafallecer y luego aceptaron ser trasladados en aviones y arrojados como bolsas de basura al río o al océano con el único fin de que nosotros, hoy, podamos ir a Mar del Plata, a las sierras de Córdoba o a Villa La Angostura. Silvio Rodríguez diría que son los muertos de nuestra felicidad. Aunque pensándolo bien no lo diría. Tampoco yo escribiría estas líneas cuyo humor negro, lo confieso, me hace demasiado mal.
L.
Negrito Avellaneda, Eleonora, Valeria, José Flores, Guillermo, Liliana, Flor, Ludmila. Presentes. Ahora y siempre.

miércoles, 23 de marzo de 2011

24 de marzo I


Media Argentina ignora qué pasó el 24 de marzo de 1976. O lo sabe y se hace la boluda que también es posible. O piensa que los militares fueron necesarios, hace 35 años, para limpiar el país de subversivos así como ahora once países de la Otán limpian a Libia de libios. O como Colombia (y pido perdón por la asociación libre y disparatada) elimina a decenas de miles de colombianos, también en nombre de la higiene, para forjar una nación apenas poblada por buenos católicos, micos, arepas y asesinos impunes. No es mi intención quejarme de que así sean las cosas. Los podridos poderes gobiernan el mundo y la gente ayuda con bailantas y olvidos a que la fiesta sea de veras inolvidable. Ni siquiera pienso que recordando lo ocurrido el 24 de marzo de 1976 nos pondríamos a salvo de que algo así vuelva a ocurrir en el futuro. Nadie está a salvo de nada en ninguna parte. Muchos argentinos se fueron a la costa. Otros disfrutarán del recital de Plácido Domingo en el Obelisco. Unos pocos iremos a la marcha de todos los años como un ritual absurdo pero casi religioso. Iremos arrastrando una red llena de silencios y esperanzas. Y cargados, también, con ese pesimismo alegre que de alguna manera le da sentido a esa cosa que, acaso por costumbre, llamamos vida.
L.

24 de marzo II

Chicas modernas


Estudiaron Historia, Letras o Filosofía en Puán, Comunicación en el Centenario o Sociología en la calle Paraguay. Ahora preparan una tesis de posgrado sobre los pueblos originarios. Apoyan a los piqueteros (por mail) y leen a Deleuze (en grupos de estudio autoconvocados). Se dicen preocupadas por la precariedad laboral, van a las marchas y defienden el concepto "situaciones" o "mapeo" por encima del arcaico "revoluciones". Son modernas para vestirse y hasta para coger. Se identifican con La Maga de Cortázar y músicalmente se actualizan todo el tiempo. Ahora escuchan No te va a gustar y adoran a Kevin Johansen y a Liniers. Se ponen polleras de colores arriba de pantalones anchos. Les gusta el teatro sin texto y, si pueden, tratan de estar solas o, dicen ellas, explorar el cuerpo. No quieren tener hijos. Comen semillas de lino. En realidad no están dispuestas a comprometerse con nada ni con nadie. Pero, marxistas al fin, dicen que vinieron al mundo no para interpretarlo sino para transformarlo. Son modernas, avanzadas, terribles, angustiadas, sensibles (por mail) y adorables.
L.  

Ganar tiempo


La rara sensación de que el tiempo se acaba y debo apurar lecturas, ternuras, ganar tiempo, escribir libros, olvidar eso, recordar aquello, avanzar en la carrera no sé contra quién o quiénes. La extraña impresión de que se termina el plazo para el amor y el desamor. Para la playa y la montaña. Para dar el último beso de la vida. Sentir que todo es ahora o nunca. La estúpida idea de que hay algo para ganar o perder. No entender de una maldita vez que el tiempo y el espacio se manejan por ciclos y triciclos que no dependen de mi ni de dios ni de vos ni de nadie.
L.

Ideales


Dicen que la última palabra que pronunció Ernesto Guevara antes de ser fusilado fue ideales. Se lo puede entender. Uno vive alimentándose de ellos. También de sueños, de proyectos, a veces, incluso, de alucinaciones divinas. Eso no está ni bien ni mal. Cualquier alimento sirve a la hora de comer. El problema, porque siempre hay un problema, es cuando el ideal permanece mucho tiempo en esa condición. Por un lado es perfecto como debe serlo el paraíso. Además, ya se sabe, cada vez que todo o una parte del ideal encarna en hechos (realidades) pierde su encanto inicial. Algo de lo soñado queda en el camino. Y lo obtenido no es tan perfecto como los sueños. Sobreviene el desencanto. Estos razonamientos podrían continuar hasta el infinito y no llegaríamos a ningún lado. Mejor entonces, como lo hemos hechos otras veces aquí, volver a citar a William Blake. Cuando el deseo no obra engendra la peste. Mejor un ideal realizado a medias que un sueño gigante y estancado.
L.

Lorna en la lluvia

Vivir hacia adentro

No hacer bandera de los sentimientos. No pregonar dolores, amores, derrotas, éxitos, conquistas, un beso, un orgasmo. Vivir hacia adentro. Ninguna difusión periodística o virtual. Compartir apenas con el gato o la almohada o alguna persona cuidadosamente
elegida. No se habla de todo con todos. La intimidad no es un espectáculo. La intensidad tampoco. Dejar cerrada la puerta del baño y el corazón. Vivir sí. Pero vivir hacia adentro.
L.

martes, 22 de marzo de 2011

Haciendo pis contra un árbol


Nada peor que la literatura pretendidamente romántica donde un hombre y una mujer se encuentran en Venecia o París y se besan en un puente o, peor, durante un paseo turístico en góndolas o carrozas. Pensaba en eso mientras leía un brillante relato de Abelardo Castillo donde una mujer conoce a un hombre mientras lo ve, borracho, orinando contra un árbol. Los malos poetas posiblemente verían eso como un insulto a la trascendencia estética. Pero la vida es la vida. Y la única literatura que vale la pena es la que consigue decir, al menos, una sencilla verdad. Y la vida incluye hombres que hacen pis y mujeres que pasan justamente en ese momento y le dicen al sujeto, como ocurre en el cuento, "el pis es malísimo para las plantitas". El personaje de Carpe Diem, nombre del relato, queda impactado por la reacción femenina. En el apuro se moja todo. Pero cuando vuelve a su casa, meado y tembloroso, sabe que esa chica, la de las plantitas, era su maldición y el amor de su vida. Todo lo que nos va a pasar con una mujer -concluye luego- se sabe siempre en el primer minuto. Y todo lo que nos va a pasar con un libro, añadiría yo, se sabe siempre en las primeras líneas.
L.

Dar clase


No se dan clases. Con suerte se reciben. No hay nada que enseñar porque el mundo no está hecho. La cultura tampoco. Todo se construye y se destruye muy rápidamente, diría Charly García. En clase la llamada cultura se pone a prueba a cada instante. Y no sólo eso. El mismo sentido de la enseñanza está en discusión. Y el de la vida. La clase podría hacer vista así como una ventana abierta a un mundo desconocido. Algunos lo miran asombrados y con gran curiosidad. Otros creen conocerlo perfectamente. El maestro se ubica en un punto neutro, y, muchas veces, no sabe dónde meterse ni qué decir. Aún así de pronto habla y algún pájaro, en algún lado, se pone a cantar en un idioma antiguo, raro, indescifrable.
L.

Si bastara una canción...

lunes, 21 de marzo de 2011

Superioridad de la amistad


El amor, para existir, no requiere necesariamente del consentimiento, ni siquiera del conocimiento del ser amado. Podemos querer a una persona que nos desprecia o incluso nos ignora. La amistad, en cambio, exige reciprocidad. No podemos ser amigos de quien no es nuestro amigo. Amistad, sentimiento solidario. Amor, solitario. Conclusión. Superioridad de la amistad.

Julio Ramón Ribeyro / Prosas apátridas

Rutina


El tema de las parejas es aburrido (tres posteos al hilo ya cansan) y no lleva a ningún lado. Es sabido que por mejor que sea el vínculo con otra persona las relaciones llegan a hacerse, con el tiempo, rutinarias. La atención se afloja y si no hay hijos ni intereses comunes (ni afinidades intelectuales, temperamentales o sexuales) el lazo establecido llega a convetirse en una ficción o en um compañerismo a ciegas. ¿Es fatal que sea siempre así? No lo es. Queda la opción de dar con una tercera o cuarta cosa que lleve el proyecto hacia adelante. Los que quieran saber de qué se trata ese adicional salvador... no esperen saberlo en este blog. Tendrán que pensar un poco en la cuestión y actuar en consecuencia. Nada es gratis. Hasta las hormigas trabajan para cambiar el eje de la tierra.
L.

Intimidad


Luego de convivir un tiempo bajo un mismo techo la pareja, cualquier pareja, experimenta un nivel de intimidad increíble. No se trata solamente de cosas vinculadas al sexo, la desnudez, la cercanía entre la cama y el baño, la revelación de miserias mutuas, los olores, el sudor. Es mucho más que eso y no hace falta entrar en detalles. Dada una separación cada cual siente con razón que no podrá alcanzar un grado tan alto de intimidad con otra persona. Parece de veras impensable que vuelva a reiterarse algo así. El tiempo enseña que un nuevo acercamiento es posible. Pero mientras tanto cada integrante de la pareja disuelta quisiera meterse en un agujero y desaparecer. Ningún otro es visualizable en esa etapa. Y cada uno se pregunta qué hacer con la intimidad alcanzada y perdida.
L.

Mi mujer


De la noche a la mañana mi mujer ha desaparecido con toda su ropa. Dejó apenas dos pares de medias que parecen de payaso (cortas y de colores), un libro de Carver (Catedral) y un cepillo para el pelo que, haciendo limpieza, encontré en una caja. Anoche, antes del abandono, le saqué en la cocina la foto que ilustra este post. Como un idiota me quedé mirando un largo rato los pelos negros enredados entre las púas del cepillo. Tiré las medias al tacho de basura. Me quedé con el cepillo quién sabe por qué. Solamente la cama donde dormimos juntos resulta extraña. No sé qué hacer con ella.
L.

Matan a pobres corazones

La guerra está en otra parte


El título alude por elevación a una conocida novela de Kundera. La vida está en otra parte. No interesan ya cosas lejanas como el calentamiento global, la injusta distribución de la riqueza, el accidente nuclear en Japón o la lluvia de bombas que cae sobre Trípoli. La guerra está lejos. ¿Qué tengo que ver con ella? En todo caso me importaría que llueva en Buenos Aires. ¿Debo llevar paraguas? En la oficina las noticias que pesan tienen que ver con la situación en la casa de Gran Hermano (¿se besaron? ¿se ducharon? ¿cogieron bajo la mesa?), algún posible corte de rutas que impida tomar el colectivo o el taxi, saber si hay paro de subtes para adoptar las correspondientes precauciones. Los libios, además, se visten raro, hablan idiomas incomprensibles, no vieron el último capítulo de los Simpsons, no viajaron a Disneyworld. Seguramente, además, deben ser feos, sucios y malos. ¿Cuál es el problema entonces? Sigamos bailando sobre el Titanic. Ahí no hay peligro.
L.

domingo, 20 de marzo de 2011

No sentir nada


Me dice Andrea que le gustaría no sentir nada. ¿Cómo sería eso?, le pregunto. Nada, responde. Hacer que las cosas resbalen sobre mí. No recordar. No saber. No estar. No amar. Yo la escucho hablar sabiendo que ya es tarde. Sé que el plan de enmascararse y disolverse está de moda. Pero no se adapta a gente como Andrea. Me parece que tampoco yo podría. Entonces estamos condenados, dice ella como resignada. ¿Condenados a qué? A angustiarnos. A no poder disfrutar de la vida. Nos reímos de una conversación tan inútil y absurda. Nos reímos de todo. O, mejor dicho, de casi todo.
L.

Libia y el periodismo


Once países atacan a Libia en estos momentos. El periodismo (salvo honrosas excepciones) deforma las noticias, informa parcialmente o directamente elude los hechos. Algunos trascendidos hablan de más de cien muertos entre los civiles libios y más de doscientos heridos que abarrotan los hospitales de ese país. Pero los medios hablan alegremente de veinte "blancos alcanzados" como si la guerra fuera un videogame de última generación. Resulta indignante la falta de información concreta y análisis mínimamente serios y profundos. ¿Adonde fueron a parar la mirada crítica, la investigación rigurosa y la independencia de las que suele jactarse el periodismo?
L.

Hacer el humor


Hacer el amor es también hacer el humor. Hacer el humor es mirar el mundo con cierta ironía constante que empieza en la cama y rebota en el techo y las paredes como si fuera una pelota de goma. Hacer el amor y el humor es cambiar la gelatina de los días por un helado gigante de sambayón. Y de pronto (por qué no) cambiar el nombre de las cosas y las calles por el sólo placer de hacerlo. O escalar montañas invisibles y nadar en ríos de ropa sucia hasta que todo vuelva a quedar limpito. O meterse cada uno afuera del otro hasta llegar a lo más profundo del cielo. O entrar a todos los agujeros para saber qué hay del otro lado. Porque si el amor no hace el humor no hace nada. ¿Y si no hace nada para qué tanto lío? 
L.

Recetario para vivir felices


Para olvidarme por un rato de los misiles democráticos y libertarios que llueven sobre Libia leo en el libro de un tal Pedro Manassé un recetario para ser felices. Los consejos que da resultan imprescindibles. Parece que es muy sano leer diarios para vivir el presente. Pero a la vez no conviene volverse fanático o militante de nada. Es decir. Ser razonables y mantener distancia. En general Manassé recomienda autolimitarse en todos los niveles (hasta en la cantidad de esperma). Criar muchos hijos no es bueno. Unos pocos sí. No hay que olvidarse del amor y de caminar treinta cuadras por día. También conviene tener amigos y comer aves (por ejemplo gaviotas y pelícanos) y verduras. La felicidad son momentos, dice el originalísimo autor. Por último finaliza diciendo algo que nunca leí en ningúnn lado. Manassé revelá que además de añadir años a la vida hay que agregar vida a los años. Al borde de la desesperación cerré el libro y busqué nuevamente datos acerca de la operación humanitaria de Occidente. No debo permanecer al margen. Cabe subrayar en este punto que en todo el mundo solo se oyeron dos opiniones contrarias a la decisión criminal de Occidente. Son las de Hugo Chávez y Evo Morales, es decir, los presidentes de las democracias que Mario Vargas Llosa calificó de "payasas".
L.

sábado, 19 de marzo de 2011

Un sueño inconcluso

Libia y el Titanic


El mundo del sueño se tornó una pesadilla. Para qué andar con vueltas. Perdimos la guerra. El planeta está en manos de xenófobos como Sarkozy, neonazis y pervertidos como Berlusconi, progresistas travestidos como el cínico Obama -Premio Nobel de la Paz 2009- y otros héroes de la democracia y la libertad. Todos ellos se muestran ahora muy preocupados por la situación en Libia (no tanto por la de Japón) y disparan una lluvia de misiles sobre un pueblo inerme. Y todo para apoderarse del petróleo. No hace mucho casi lloran todos juntos por la dictadura del luego ahorcado Sadam Hussein. Para ahorrarle sufrimientos al pueblo de Irak mataron a por lo menos un millón de inocentes en ese país. En Afganistán van por ese camino. Perdimos la guerra. Pisamos un suelo extremadamente blando e inseguro. El mundo se tornó una pesadilla. Seguiremos -mientras tanto- bailando por un sueño sobre la cubierta del Titanic y sin el alivio de ver a Kate Winslet posando desnuda para Di Caprio.
L.

La mentira que dice la verdad


Escribir mal es usar frases y palabras falsas. En arte se miente para decir la verdad y no para añadir más engaños al engaño general. Esa actitud diferencia al arte verdadero del periodismo -aún del bueno- y de la mala literatura. Un artista no puede darse el lujo de mentir. Para eso están, estamos, todos los demás.
L.

viernes, 18 de marzo de 2011

Elogio del recuerdo


El recuerdo cura. El olvido lleva a repetir situaciones enfermizas. Si se repiten es porque no se recuerdan. Si no se recuerdan es porque se reprimen. Si se reprimen es porque duelen. Es verdad que el recuerdo no está de moda. Basta pensar en qué se ha convertido para los argentinos el 24 de marzo de 1976. Un divertido fin de semana largo. El hijo de un conocido y buen filósofo local predica en la radio mirar hacia adelante como camino exclusivo y excluyente. El ideal de todo el mundo es gozar sin sombras, es decir, una especie de orgasmo infinito. Inicialmente hay placer en el olvido. Como quien se droga o emborracha. Pero a la larga lo reprimido vuelve. El que se anima a recordar no repite el acto doloroso. Lo convierte en palabras, en ideas, en metáfora de algo o de alguien. Y se cura.
L

Agua del deseo


No se puede vivir sin desear. La idea condensa toda o casi toda la mecánica de nuestra existencia. Por qué hacemos esto o lo otro es una pregunta que no lleva a ningún lado. Lo hacemos porque no podemos dejar de hacerlo. O porque lo deseamos. Pero tampoco esa razón alcanza. Cuando el deseo no obra -advierte William Blake- engendra la peste. Si el agua no corre se estanca. Conclusión. El deseo se realiza, al menos en parte, en el acto de su ejecución.
L.