domingo, 20 de marzo de 2011

No sentir nada


Me dice Andrea que le gustaría no sentir nada. ¿Cómo sería eso?, le pregunto. Nada, responde. Hacer que las cosas resbalen sobre mí. No recordar. No saber. No estar. No amar. Yo la escucho hablar sabiendo que ya es tarde. Sé que el plan de enmascararse y disolverse está de moda. Pero no se adapta a gente como Andrea. Me parece que tampoco yo podría. Entonces estamos condenados, dice ella como resignada. ¿Condenados a qué? A angustiarnos. A no poder disfrutar de la vida. Nos reímos de una conversación tan inútil y absurda. Nos reímos de todo. O, mejor dicho, de casi todo.
L.

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